ISLA DE PERROS (2018)

Desde España con Amor

Isla de Perros, de Wes Anderson

La nueva película de Wes Anderson ha sido el foco de atención de la crítica en los últimos meses, sobre todo desde su aparición y premiación en el Berlin Film Festival. Isle of Dogs (2018) es una historia situada en un Japón de unos 20 años desde acá, donde el cabecilla de la dinastía Kobayashi decide enviar a todos los perros que tengan la “gripe canina” a una isla llamada Trash Island.  El objeto de debate por parte de críticos y periodistas es el siguiente: ¿apreciación cultural o apropiación cultural? Ya que es una historia centrada en Japón, con evidentes referencias a la cultura nipona, pero protagonizada por personajes angloparlantes. Un análisis de la puesta en escena puede ayudar a esclarecer el tema, o al menos a establecer dos focos desde donde mirar.

Un mismo gesto cinematográfico puede ser interpretado de varias maneras, y en el caso de Isle of Dogs hay varios momentos en los que sucede eso. Una misma escena, y los aspectos que la hacen particular, puede leerse como un gesto de apreciación cultural o de apropiación. Tener en cuenta el enunciante es importante pero, sabiendo que no hay forma de conocer la intención primaria o la consciencia con la que Anderson partió al hacer esta historia, es mejor enfocarse en cómo puede recibirse un mismo mensaje de distintas maneras.

Yendo a lo concreto: ¿en qué se diferencia la apropiación cultural de la apreciación? La apropiación consiste en tomar aspectos de una cultura ajena, y por lo general subyugada en comparación a la cultura occidental dominante, y, justamente, apropiárselos. Puede sonar como algo positivo pero el problema con esto es que el origen y el valor de esa cultura como tal son aspectos ignorados por parte de quien los apropia. O como si esos elementos vinieran a tomar valor sólo en manos de la cultura dominante, y no cuando forman parte de su entorno original. Greg Tate, un escritor estadounidense, define esta situación con la siguiente frase: “Everything but the burden”. Es hacer dinero, o imagen, a partir de elementos que no son propios sin reconocer su entorno original como válido de por sí.  Por otro lado, la apreciación cultural implica reconocer e utilizar esos signos pero desde un lugar más respetuoso, reconociendo su origen, el significado de los mismos, y evidenciando el hecho de que son objetos ajenos a la persona que los utiliza.

En este sentido, Isle of Dogs es polémica pero contiene elementos que la salvan de ser una simple fetichización de lo japonés. El gesto al que me refería, cuando decía que una misma cosa puede ser vista desde dos ángulos diferentes, es el hecho de que los personajes japoneses no estén subtitulados. Cuando hablan a veces se pierde lo que dicen por completo, y quedamos a la merced de la interpretación de los perros que hablan un inglés fluido, o nos los traducen traductoras que trabajan para la dinastía Kobayashi, o estudiantes de intercambio como la protagonista Tracy Walker (con la voz de Greta Gerwig). Justin Chang escribió para Los Ángeles Times lo siguiente acerca de ese recurso cinematográfico: “Pero estas tímidas capas lingüísticas solo implican más marginalización, efectivamente reduciendo a los desventurados, y nada suspicaces, habitantes de Megasaki a extranjeros en su propia ciudad”. Hay cierta verdad en esta lectura: nosotros como espectadores no podemos acceder a la realidad de esos habitantes, no podemos comprenderlos y no podemos “hacernos” de sus pensamientos, ni subjetividades. Pero este gesto también puede leerse como un signo de consciencia por parte de Wes Anderson. Justamente, Japón es un mundo aparte, es otra cultura, y no le pertenece a él como norteamericano ni a nosotros como extranjeros. La decisión lingüística de no subtitular el japonés, y directamente traducirlo bruscamente, explicita esa distancia. Lo cual a mí, más que hacerme sentir que los habitantes de Megasaki son extranjeros, me hace darme cuenta que la extranjera soy yo, que no formo parte de esa cultura. La de Anderson es una mirada explícitamente extranjera hacia lo nipón, y no una mirada que se apropia de las cosas a escondidas. La traducción en bruto evidencia nuestra propia lectura, nos marca un lugar desde donde se nos recuerda que estamos mirando algo que no nos pertenece.

Creo que la diferencia está ahí: Anderson habla, desde ese gesto, de su propia lectura y traducción de los signos culturales japoneses. Si el japonés estuviese subtitulado quizás nos apropiaríamos de esos signos como nuestros, o ignoraríamos el origen complejo de los mismos. En la misma línea, está la decisión de que haya una estudiante de intercambio de origen norteamericano que es, prácticamente, la líder del grupo pro-dogs (que vendría a ser la resistencia al régimen totalitario). Esta decisión me parece aún más polémica porque uno de los lugares de mayor peso, que termina siendo determinante para el futuro de esa nación, lo ocupa una extranjera y no la propia gente del lugar. ¿Por qué tiene que ser una norteamericana la que les “muestre” a los habitantes las injusticias que están viviendo? ¿Por qué ella tiene más ímpetu que los demás? ¿Qué la hace mejor líder? Ahí creo que sí: Anderson responde a un impulso dominante, un orientalismo latente. Por otro lado, esta imagen de la yankee líder, con más fuerza que el resto, se rompe al final de la película. Tracy, luego de protestar constantemente acerca de las mentiras conspirativas del régimen, es deportada a Estados Unidos. En ese momento es cuando el espectador vuelve a caer que, claro, para Tracy, y quizás para nosotros también, todo esto es un juego. Porque siempre existe la opción que te devuelvan a casa, de apagar la tele o de bloquear las publicaciones que nos molestan de Facebook. Ese momento evidencia la ilusión, y la burbuja, en la que vive Tracy y con ella el resto del mundo occidental.

Isle of Dogs no lo parece pero es una película compleja. Un grupo de guionistas, con mayoría norteamericana a excepeción de Kunichi Nomura, haciendo un stop-motion con estética japonés prende señales de alarma, pero logran, dentro de lo difícil que debe ser realizar una película sobre una cultura ajena, entender desde dónde se está mirando y hacer lo mejor que se puede con eso.

Título: Isle of Dogs / Año: 2018 / País: Estados Unidos / Dirección: Wes Anderson / Duración: 101 min/ Guión: Wes Anderson, Roman Coppola, Kunichi Nomura, Jason Schwartzman /  Elenco: Bryan Cranston, Koyu Rankin, Edward Norton, Scarlett Johansson, Bill Murray.

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