CINCO DEL FESTIVAL CINEMATOGRÁFICO INTERNACIONAL DEL URUGUAY – FCIU

El FCIU terminó y tuvimos nombres tan grandes como Rejtman, Hamaguchi, Rohrwacher, Bellocchio o Llinás. Hay muchísimo para charlar. Entre las 200 películas y cortometrajes que Cinemateca programó para esta edición del festival, hay unas que resultaron las preferidas de nuestro equipo. Esta primera entrega presenta las ideas de uno de nuestro corresponsales en el festival.

Más que una anotación de como se vivió la semana del festival -o fiebre festivalera para los amigos-, es una recomendación de cinco películas del festival. Las cuales no solo son de lo más destacable de la programación, sino que también, posiblemente, de lo mejor que ha entregado el cine el año pasado. Aún no se tiene mucha moción de cuando estas cintas llegaran a las salas, pero lo único que se puede decir es que su visionado en las mismas es obligatorio.


Retratos Fantasmas (Dir. Kleber Mendonça Filho)

Retratos Fantasmas (Dir. Kleber Mendonça Filho)

La historia de un apartamento que sobrevive a pesar de lo destartalado que se pone por el paso del tiempo, esa es toda la primera parte que Mendonça Filho muestra en Retratos Fantasmas. Si bien la narración es muy buena, puede desconcertar bastante, ya que si uno lee la sinopsis es lo opuesto a lo que uno podría encontrar. Como dijo el gran David Mamet, “El final está enterrado en el principio”, aunque en este caso sería el desarrollo. Un desarrollo que es una cápsula del tiempo, acerca del cine, la comunidad, las leyendas y el olvido.

Una película que, a pesar de poder considerarse derrotista, está muy lejos de eso, ya que su director en todo momento nos recalca la importancia de mantener una tradición viva. ¿Y como mantenemos una tradición viva? Conociéndola. A través de su historia, conformada por sus protagonistas que son leyendas impresas. A través de las adversidades, esta vez en forma de dictadura y censura. Y a través de sus creyentes, esta vez en forma de espectadores, tanto de los que iban a aquellos cines en Recife, como de los que están viendo la película en una sala de cine. Todo esto es reflejado en el uso que le da su director a las herramientas para que el documental funcione como lo hace. Con un montaje que conduce los temas con buena hilada y unas filmaciones originales de la época excelentemente elegidas, tanto por lo que muestran como por cuando se muestran. Quizás con la cámara de fotos pudimos capturar al fantasma, pero con la de cine lo podemos dejar vivir.


Un Pájaro Azul (Dir. Ariel Rotter)

Un Pájaro Azul (Dir. Ariel Rotter)

Un detalle que marcó Ariel Rotter después de terminada la función es el título de la película. Originalmente, la película iba a llamarse “El Hijo Deseado”, pero se decantaron por el que ahora conocemos porque además de ser obvio en palabras de su director, el hecho de que apareciera un pequeño pájaro azul fue una de esas coincidencias mágicas en un set, tanto por ser un momento realmente bello como por estar relacionado con el tema de la película, siendo verdaderamente uno de esos hechos a los cuales la palabra magia le queda excelente. Porque al final, ese momento (que los espectadores de la cinta lo habrán guardado muy bien) es el resumen de la película y toda su postura. Si se quiere alcanzar la paz, esos pequeños paisajes a los que la película le dedica algunos minutos, se debe iniciar por abrir la ventana. ¿Cómo? Recordando el pasado.

Y Rotter demuestra en Un Pájaro Azul cómo lograr un drama bien conseguido acerca de estos temas. A través de la vida de una pareja en busca de tener un hijo, la película explora varios palos relacionados con su personaje principal -interpretado por un gran Alfonso Tort-, un hombre con varias aristas morales de las cuales la película no juzga o defiende, simplemente muestra. Todo entrelazado con una mano narrativa calmada pero potente, evidente en la forma en que Rotter encuadra sus personajes y las situaciones que viven (a destacar los encierros visuales). En fin, un drama clásico, que vale la pena y que a través de su simpleza narrativa y cinematográfica encuentra su grandeza.


Lo Mejor está por Venir (Dir. Nanni Moretti)

Lo Mejor está por Venir (Dir. Nanni Moretti)

Entre el paso del tiempo, el estado de sus relaciones actuales, la filmación de una película acerca de un intelectual de izquierda en la Hungría de 1956 y el estado actual de un cine que cada vez va dejando más y más de lado a los grandes, Nanni Moretti aprovecha todo eso para entregar lo más cercano a una verdadera terapia cinematográfica. Y tiene sentido esa definición, no solo por las escenas intercaladas donde Margherita Buy va a un terapeuta, sino por los sentimientos transmitidos. Ya que Lo Mejor está por Venir es mirar y entender los problemas, pero no desde una mirada derrotista.

Utilizando al humor (un humor divertidísimo, por cierto) como arma para enfrentar las cosas que nos aquejan y no para ocultarlas de mala forma, Moretti entiende y trata de disfrutar su momento riéndose de forma satírica de las ideas de actualidad. Ya sean diálogos ingeniosos, escenas musicales que van desde Aretha Franklin a Franco Battiato o una auto-inserción del propio Moretti en estado de gracia, todo en Lo Mejor está por Venir respira no solo humor, sino también alegría. Como tendría que ocurrir de verdad en su nombre original (Il Sol dell’Avvenire), uno termina la película y por más que sea de noche, siente que el sol está saliendo y lo está bañando en luz. Una luz que radia la más pura emoción.


Monster (Dir. Hirokazu Kore-eda)

Monster (Dir. Hirokazu Kore-eda)

Mucha gente dice que cuando una película se propone una pregunta, la misión de la misma es dar una respuesta. Más allá de que uno pueda o no coincidir con esa postura (bastante banal, por cierto) como espectador, lo verdaderamente interesante a veces es cómo la misma nos permite llegar a una con tan solo las armas que el medio nos brinda y sin necesidad de subrayados. Ya sean la narración, los símbolos o en este caso, la mirada. Y es ahí donde entra Hirokazu Kore-eda y su Monster como ejemplo de esto, ya que lo que podría considerarse desde el prejuicio como un “Rashomon meets Close”, se termina convirtiendo prácticamente en un manifiesto total de lo anteriormente estipulado.

A través del efecto de la película anteriormente mencionada, Kore-eda arma un relato (cumpliendo una regla básica de este tipo de películas: que la estructura no esté hecha por mero capricho) donde cada detalle cuenta y todo está sujeto al poder narrativo. Esto se demuestra en una visual prolija, tanto a la hora de mover la cámara como en presentar los elementos (símbolos, simetrías, ideas visuales) que van construyen el relato. Relato de ¿monstruos?, ¿comprensión?, ¿infancia? Aun habiéndola visto, no sé determinar cuál de todas las miradas sea la correcta. Y tampoco creo que se pueda determinar después de reverla.


Cerrar los Ojos (Dir. Víctor Erice)

Cerrar los Ojos (Dir. Víctor Erice)

Si bien Cerrar los Ojos está en la categoría de “Foco España” debido a la colaboración que del país gallego con el festival, también podría haber estado tranquilamente en la ya mencionada categoría de “Trayectorias”. No tanto por ser la nueva y última película de un director legendario como lo es Víctor Erice, sino por todo lo que se connota a su alrededor. El recordar tu propia obra como forma no solo de reconciliarse con el pasado, sino también para tratar de entender y afrontar el presente. Aventura que afrontara Miguel Garay, director de cine en inactividad, después de la trágica desaparición de su actor y mejor amigo.

Erice aprovecha este marco para construir un relato crepuscular en todo sentido, desde el envejecimiento tanto físico y emocional de las relaciones entre seres humanos como por el evitar que la memoria de lo más apreciado se diluya, todo dado en una búsqueda de lo más importante a través de lo más importante: el poder de la imagen. Pero ojo, no una imagen televisiva, de un programa de televisión para ganar rating, sino una imagen cinematográfica. Imagen cinematográfica que permite al autor plasmar sus inquietudes, imagen cinematográfica que logra expresar más sentimientos que mil y un monólogos e imagen cinematográfica que le permite a un viejo cowboy en el ocaso de su vida -pero con una misión pendiente- cantar “Just my rifle, my pony and me”. Porque al fin y al cabo, a cuál género podría evocar la imagen cinematográfica a la hora de hablar del crepúsculo, que a aquel que mostró al hombre que mató a Liberty Valance.

Para hacer posible más artículos como este, apoyá nuestro proyecto. ¡SUSCRIBITE!

Etiquetas