GUERRERO Y HECHT: «HACER LA PELÍCULA FUE COMO SER LOS SIMULADORES»

Alfonso Guerrero y Marcos Hecht son dos realizadores uruguayos fundadores de la productora Pardelion Films, la cual se ha dedicado a hacer avisos publicitarios, videos para Internet y videoclips bajo el nombre pardelion music. Junto a Loro Films, de Denny Brechner, han realizado su primer largometraje: Misión no oficial. Con motivo de su estreno, conversamos con ellos dos acerca del rodaje y la producción.

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¿Qué los llevó a hacer la película?

AG: Marcos, Denny y yo queríamos hacer una película, y vimos la posibilidad. El contexto de la situación la propiciaba; la legalización de la marihuana parecía material interesante para capturar un momento. Vimos que podíamos sacarle jugo a la realidad y fuimos por eso.

MH: La realidad se fue dando de una forma para que lleguemos a tomar la decisión de hacer la película. Hicimos la cámara oculta, después Denny viajó para Estados Unidos y tuvo la idea de hacer una joda allá. Volvió con todo el tema de que la habían legalizado en Colorado y que teníamos que hacer algo. Ahí tuvimos una charla. Nosotros ya habíamos hecho videos para Internet varias veces y estuvo buenísimo. Lo que pasó fue que todos entendimos que estaba la posibilidad de hacer una película con eso, extendiendo la técnica que habíamos usado en la cámara oculta a la película. En ese momento, pensamos que podíamos filmar rifándonos todo ese proceso de hacer un guión de tres años. Capaz que fue un poco ingenuo, pero a la vez fue lo que nos permitió arrancar. Después nos enfrentamos a todo eso que pensamos que podíamos evitar, pero de otra forma.

AG: En esencia, creo que los tres teníamos ganas de hacer una película y confiábamos en que podíamos hacerla, que teníamos un equipo y que podíamos llevarla a donde tenía que llegar.

¿La presentaron a algún fondo?

MH: Ese es el punto. Nosotros teníamos que lograr contactar a ciertas personalidades e infiltrarnos, pero ¿cómo podíamos hacerlo? Ahí se nos ocurrió presentarnos como un organismo del Estado, como la Cámara Uruguaya de la Marihuana Legal, porque si caíamos así nomás hacer una película iba a ser difícil. Eso nos colocó en un lugar diferente, y logramos que los organizadores de los eventos nos prestasen atención. A lo que estábamos en ese juego, y teníamos que construir toda esa fachada, no podíamos presentar el proyecto a un fondo. Era complicado. Tampoco teníamos un guión trabajado a ese nivel.

AG: Más que nada, tenía un poco de esas películas tipo Fitzcarraldo (1982). El hecho de hacer la película, el rodaje en sí, estaba muy atado de lo que iba pasando en la trama. Nosotros realmente estábamos en la campaña de conseguir 50 toneladas de marihuana. Esa era la misión de unos agentes secretos, a los que seguíamos. Hacer la película también era una misión secreta; nosotros éramos los que estábamos encubiertos. No podíamos aspirar a fondos porque teníamos que revelar todo. Hacer la película implicaba mantener ese secreto, hasta poder tener todo el material filmado. Nos daba miedo que en Estados Unidos alguien se enterara que, en realidad, no éramos la Cámara de la Marihuana.

Fueron sin un guión propiamente dicho. Pero ¿hay momentos que planificaron antes de salir de Uruguay?

AG: Teníamos lineamientos. Sabíamos, más o menos, qué debíamos lograr o qué tenía que suceder en determinadas situaciones, o con algunos personajes. Por ejemplo, la relación entre Tato y Talma la pensamos acá. Muchos de esos lineamientos fueron reformulándose en el camino. Cada día que filmábamos, al terminar el día, nos juntábamos y mirábamos un poco lo que habíamos filmado. Y decíamos “esto está bueno con esto”, “esta parte tiene un pique para esta otra”. A partir de ahí se iba rumbeando, nuevamente, hacia donde podía ir la película. También hubo ideas que quedaron en el tintero, porque no se llegaron a filmar o en la edición no tenían mucho sentido.

MH: El desafío era que podíamos imaginar cualquier cosa pero de ahí a poder producirlo allá, en las circunstancias en las que nos encontrábamos, no era tan sencillo. Fuimos con muchas ideas, con cosas que queríamos lograr y con contactos ya generados desde acá. Después lo que pasa es que esos contactos los llamás, los seguís y ves hasta dónde te llevan. Ahí vas viendo hacía donde podes ir con eso que va sucediendo. Creo que el trabajo de guión más fuerte eran esas noches que dice Alfo, porque íbamos teniendo más información de la realidad.

AG: Sí, hubo mucho trabajo de guión desde la edición. Ahí trabajó Duane Rios, que fue el editor. Eso estuvo bueno, fue un trabajo en conjunto el hecho de darle forma a la película. Otra cosa que pasó fue que estando en Estados Unidos nos contactamos con Rodo Sayagués (guionista con Federico Álvarez de películas como No respires (2016) y Evil Dead (2013)). Estuvo buenísimo porque le interesó el proyecto, nos dio una mano con el guión y terminó siendo productor ejecutivo.

El reverendo de la Iglesia Cannábica Green Faith, ¿lo contactaron desde Uruguay o lo conocieron allá?

AG: A él lo conocimos ahí. Una cosa iba llevando a la otra. La película fue creciendo de una forma hasta orgánica. Teníamos directrices pero la verdad es que la realidad nos sobrepasaba, en diferentes sentidos. Los actores improvisaban mucho. Por ejemplo, decidíamos juntarnos con tal persona para plantearle que nos ayude con los permisos para sacar la marihuana de Estados Unidos, pero podía pasar que la situación se desarrollase sola, para el lado que nosotros queríamos o para otro. Cada situación tiene como algo realista, que se debe mucho a cómo trabajaban los actores.

¿Cómo fue trabajar con los actores? ¿Tenían algo más definido de caracterización o se iba dando?

MH: En la previa, antes de viajar, hicimos unas pruebas de cámara con Denny. Eran videos testimoniales de él, para ver cómo era el personaje. Haber hecho la cámara oculta del Test Oficial hizo que el personaje ya estuviera un poco definido. Todo estaba medio dado, además el chiste está en que los personajes son muy parecidos a lo que ellos son en la vida real. Talma, por ejemplo, es la madre de Denny y en la ficción es la madre de Alfredo. Había lineamientos generales y, sobre todo en las situaciones de ficción, había dirección de actores. En las reuniones evaluábamos entre todos, y corregíamos algunas cosas. Tuvo dirección pero también mucha frescura.

AG: Hubo algo en el aceptar trabajar con no-actores que era entregarse a lo que ellos podían dar. Muchas veces planteábamos cosas que después no llegaban a ningún lado porque no le encontrábamos la vuelta. Era importante depositar la fuerza en lo que le salía natural a ellos.

¿Cómo contactaron a Mujica? ¿Qué le plantearon?

AG: Nosotros, en este tema, preferimos no meternos. Hay mucha cosa en el medio y preferimos no entrar en detalles. Mujica sabía que estábamos filmando una película, pero no sabía muy bien por dónde iba la cosa. La gracia, un poco, de la película, es que Mujica queda entreverado de una forma muy particular.

¿Cómo hicieron para viajar en el avión presidencial?

MH: La razón por la que pudimos hacer una película que involucra un presidente es porque, justamente, es Mujica. Es una persona muy especial. Entre otras cosas, porque no viaja en el avión presidencial sino que viaja en aviones de línea.

AG: Es un presidente que tiene una gran apertura. Cuando era presidente, se lo veía comiendo en un bar o caminando por la calle. Es una persona que permite un acercamiento que con otro tipo de mandatarios es imposible. Estamos muy agradecidos de que haya tenido el sentido del humor para tomarse la película de buena manera.

Y la gente estadounidense con la que hablaban, ¿algunos sabían que era todo mentira? ¿O siempre mantuvieron la fachada? Sin decirme a quiénes sí, y a quiénes no, porque hay una magia en no saber qué es ficción y qué realidad.

MH: La fachada, siempre.

AG: No se rompía eso, no nos reíamos, nada. Pusimos todo lo que teníamos en hacer esta película y estábamos muy jugados, no teníamos margen para tomárnoslo de otra forma. Siempre decimos que la experiencia de hacer la película fue un poco como ser Los simuladores (2004).

MH: Hay gente que nunca se va a enterar. En el fondo, el objetivo no era tomarles el pelo sino filmar nuestra película. Eso es importante. Muchas veces hablábamos de la cuestión moral de lo que estábamos haciendo, porque estas metiendo a la gente en algo de lo que no están enterados. No estaría del todo bien, pero lo hicimos creyendo en la película.

AG: A veces, se compara Misión no oficial con Borat (2006). Pero la verdad es que nunca llevamos la situación al límite en el que las otras personas puedan sentirse incómodas. La idea era construir una trama, sin hacer sentir mal a nadie.

¿Cuántos eran ustedes?

MH: El equipo estaba formado por seis personas: Denny, Talma, Tato, Gabriel Guerrero y nosotros dos. Denny actúa pero también hacía dirección y producción. Y Gabriel hizo de sonidista y también daba una mano con la producción. Después, durante unos días tuvimos una unidad local en Estados Unidos que nos ayudó con algunas cosas.

AG: La unidad básica éramos nosotros seis. Todos hacíamos un poco de todo. Todos teníamos muy claro el objetivo e íbamos hacia el mismo lugar. Mismo Tato y Talma, que eran actores, ayudaban con cosas de producción. Entre todos sacamos la película adelante. Esa fue la energía que predominó.

¿Hubo algún momento de desmotivación en el que dijeron “no sé cómo seguir con esto”?

AG: Varios.

MH: Hubo de todo. Fueron tres años y medio. Hubo situaciones en las que pensábamos que se pudría todo, y que no lo íbamos a poder controlar. Con toda la fachada de la Cámara de la Marihuana Legal nos metimos en un mundo que era legal hace dos semanas entonces mucha gente venía de la ilegalidad. Por ejemplo, los organizadores del 4.20 Rally de Denver eran unos latinos pesados que, de hecho, los dejamos por fuera de la película porque nos dio cosa. Pasamos miedo, incluso. Un proyecto de tres años y medio es duro de aguantar.

AG: En el camino desarmamos alguna joda que íbamos a hacer, que después pensábamos que capaz era demasiado. Hubo miedos y dudas, pero nunca dejamos de creer que podíamos tener la película y que para eso teníamos que seguir. Para los actores también era complicado, porque ellos eran las personas que daban la cara. Lo que sucede en la película no son entrevistas, sino son reuniones. Denny y Talma se contactaban con la gente para reunirse, y se conocían en ese momento muchas veces. Allí les planteaban lo de los permisos o cómo conseguir la marihuana. Pero no son entrevistas, son reuniones reales.

MH: La justificación de las cámaras era que nosotros éramos dos documentalistas que estábamos siguiendo esta Misión Oficial del Presidente de la Cámara de la Marihuana. Era como que estábamos filmando todo el proceso de la legalización de Uruguay.

AG: Claro, cuando vos caes a una reunión con dos cámaras queda un poco raro. Entonces lo que nosotros le decíamos a ellos era que este viaje era un momento histórico para Uruguay, y que queríamos registrarlo.

¿Qué posibilidades les da el humor?

AG: Creo que a nosotros nos interesó primero el humor antes que el tema de la legalización en sí. Es como si la realidad fuese una excusa para hacer algo cómico. Lo que nos unía a nosotros tres eran las ganas de hacer una película y el humor. Para otros proyectos, capaz que arrancábamos por otro camino. Pero queríamos hacer una comedia, y vimos que en esta temática había una oportunidad. Algunas cosas parecían de ficción y además el tema suscitaba mucho interés en la gente. Este tema pone en evidencia una ruptura paradigmática del mundo, que va más allá de si para las personas está bien fumar marihuana o no.

No había una intención de hacer una reflexión sobre el tema. La película te muestra un montón de cosas y cada uno puede pensar lo que quiera después. Nosotros no queríamos bajar una idea a imágenes o bajar una línea. Queríamos hacer una película entretenida. Denny dice que parte de la gracia está en que estos personajes quieren traer marihuana con la misma actitud que tendrían si tuvieran que conseguir rulemanes. A ellos les tocó traer marihuana. Ellos encaran la situación y hablan con la gente como si fuera una cosa de todos los días.

Claro, como la mujer del grow shop a la que le piden las 50 toneladas.

AG: Claro, le pregunta si pueden enviar la marihuana por FedEx. Hay una gracia en la ingenuidad en la que se paran los personajes, en relación a que se supone que están traficando droga y ellos actúan como si fuera cualquier otro negocio.

MH: Lo mejor es que nosotros sabemos mucho de Estados Unidos, pero ellos no saben tanto de Uruguay. Entonces, vos podes hablar de ciertas cosas y, en general, la gente compra.

AG: Es eso sumado a que Uruguay no deja de tener como un poder mítico en la mirada de los demás. Los que saben algo saben del Maracaná, o algo así. Con todo esto de la legalización pasa lo mismo. En Estados Unidos estuvieron 40 años luchando por la legalización. Ahora lo lograron en algunos estados, pero no en todo el país. Entonces ellos ven en Uruguay eso por lo que vienen luchando hace tanto tiempo.

MH: En todo el país, además. Y es lo que te decía, ellos no saben que el país es diminuto.

AG: Claro, a los personajes los recibían con alfombra roja. Les decían cosas como “ustedes son el futuro de lo que nosotros queremos conseguir”. Las personas realmente trataban de ayudarlos.

¿Qué público objetivo sienten que tiene la película? ¿A quiénes está dirigida?

AG: Siempre creímos que el humor de la película es para todo el mundo. Por ejemplo, está la gente mayor que pensás que si les decis “es una película sobre el faso” no les va a interesar, pero la verdad es que les encanta. Se matan de risa. Después está el público más obvio que vendrían a ser los jóvenes y los porreros.

MH: Uno pensaría que el público son los porreros pero creo que es una película para un público más amplio. Yo fui a varias funciones, y en la salida de una vi a una pareja de veteranos. Les pregunté qué les había parecido y me dijeron que se la había recomendado la hija, que al principio no estaban muy convencidos pero que les encantó. Creo que es para la gente que puede reírse de sí misma.

AG: En el fondo, más allá de la marihuana, la comedia está en la relación entre una madre y un hijo y en la mirada de Estados Unidos sobre Uruguay. El humor no es un humor porrero. Uno de los momentos en los que más se ríe la gente es cuando el político Charlie Brown dice que el hecho que los militares se encarguen de la marihuana es socialismo. Eso es la mirada de los yankees sobre un modelo distinto al de ellos, el cual desconocen.

¿Cuáles son los mejores momentos de la película para ustedes?

AG: Para nosotros siempre fue difícil tener una mirada imparcial, porque cada momento está atado a veinte mil historias que tiene detrás. Desvincularse de eso es difícil. Por ejemplo, capaz para nosotros un personaje era genial pero cómo no nos daba para hacer la construcción de ese personaje teníamos que dejarlo afuera. Para mí la escena con Charlie Brown es de las mejores, porque es muy representativa de ese juego de miradas y la imagen de ese yankee desconcertado. También me gusta mucho el tramo final de la película porque agarra cierto ritmo y vértigo. Las cosas se empiezan a hilvanar y van hacia la resolución. Hay un chistecito que me encanta, que no se cuánta gente lo ve, que es cuando Denny para el metro con la mano como si fuera un ómnibus.

MH: A ese nivel de cosas chiquitas, un momento que siempre me gustó es cuando Denny y Talma están con los reverendos de la Iglesia Cannábica. La escena en sí es muy rica, porque además surgió en el momento. Pero me encanta cuando él va a fumar la pipa como para ser parte de la religión, y le pregunta a los reverendos “¿Qué hago? ¿Cierro los ojos?”. Y, a la vez, uno le contesta que sí y el otro que no. Para mí resume toda la situación, que es de un absurdo increíble, que es que no hay regla ninguna. En general, me gusta mucho el humor sarcástico de Denny. Siento que es algo que tenemos en común los tres.

¿Vieron algún mockumentary uruguayo?

AG: Ninguna de las referencias que encontramos son de acá, ni uruguayas ni argentinas. Ahora me enteré que hay algún mockumentary uruguayo anterior.

MH: Sí, películas uruguayas no fueron la referencia. Mezclamos muchas películas de afuera con series de humor que nos gustan, se puso todo en la licuadora y salió esto.

AG: Como decía Marcos, después de haber hecho lo de la cámara oculta de la farmacia ya quedó probado el tipo de humor que podía generar Denny con las situaciones. Creo que no hay nada muy parecido a eso en la vuelta.

¿Tienen otros proyectos por delante?

MH: Tenemos, pero nada que podamos contar en este momento, nada muy definido. Ahora estamos con la película todavía, con la intención de sacarla adelante y mandarla a festivales. El objetivo principal de éste momento es ver qué podemos alcanzar internacionalmente con la película. Tenemos ganas de hacer de todo, pero también de descansar un poco.

AG: Nada concreto. Ojalá en un tiempo tengamos otra entrevista a raíz de un proyecto nuevo.

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