MADALENA (2021) – El dolor de la ausencia

Una mujer trans es encontrada muerta, tirada, en un extenso campo de soja en Brasil. Su ausencia está representada a través de tres personas que están vinculadas a la víctima. Madiano Marcheti, guionista y director brasilero nacido en la localidad de Mato Grosso, logra desmenuzar con destacable sensibilidad en Madalena una premisa contundente por su impacto emocional. Esta ópera prima fue estrenada en la pasada 50° edición del IFFR (Festival internacional de cine de Rotterdam) y reflotada ahora por la plataforma MUBI en su reciente ciclo Orgullo desprejuiciado: cine LGBTQ+.

Madalena está inmersa en un contexto que alude a una problemática realmente estremecedora y que expone, a la vez que denuncia, al país con la mayor tasa de asesinatos de personas trans en todo el mundo: Brasil. La película se concibe bajo el mandato de Bolsonaro -hoy ex-presidente-, período en el cual la situación de las personas trans se agravó ante la provocación y exabruptos del ultraderechista al mando. Según los datos publicados en un informe realizado por Transgender Europe (TGEU) y promovidos a su vez con datos aún más precisos por la Associação Nacional de Travestis e Transexuais (ANTRA), en el año 2022 fueron asesinadas 131 personas trans colocando a Brasil por 14° año consecutivo en el país con el mayor registro de asesinatos, con el 41% de casos sobre el total mundial. Cabe destacar que las encuestas e investigaciones llevadas a cabo en la recabación de datos son organizadas de manera voluntaria por instituciones civiles sin el apoyo del gobierno. La ausencia de políticas y la falta de reconocimiento de derechos influye directamente en la metodología de identificación de asesinatos, muchos de los cuales son registrados con un nombre que la víctima no utilizaba porque ya no la identificaba y por ende no le pertenecía, afectando a la compaginación de datos. A la ley María da Penha formulada en 2006 y que protege a mujeres contra la violencia doméstica, recién en el año 2022 se la reformuló para incluir y que pueda ser aplicada a mujeres trans. En la actualidad, solo 6 de los 26 estados que conforman Brasil la aplican: Acre, Pará, Piauí, Pernambuco, Río de Janeiro y San Pablo. La relevancia social es alarmante y una vez más el cine se erige como herramienta de denuncia y conciencia, haciendo frente a un silencio que hace ruido.

En sus 85 minutos de duración, Madalena presenta una estructura dividida en tres actos que sigue el curso de tres personas conectadas por la muerte de la protagonista y con la particularidad de desarrollar el relato en ausencia total de ese personaje, del cual solo sabemos su nombre -y que da título a la película. Es interesante el ejercicio que Madiano Marcheti realiza en su construcción, acrecentando la sensación de ausencia al suprimir la posibilidad de acceder a la identificación de la protagonista y subordinando así al espectador a una posición de incómoda impotencia. Si se atiende al carácter real del que se nutre la ficción, paradójicamente la construcción narrativa se revaloriza ante la discreción y dosificación de la información, con un pulso narrativo que ahonda el carácter ausente a la vez que se impregna con la presencia de Madalena sobre aquellos espacios que ya no habita y sobre aquellas personas con las que ya no se relaciona físicamente. No sabemos qué le pasó, ni cuándo, ni cómo, solo que su cuerpo yace muerto y abandonado en una inmensa plantación de soja. La película da inicio con un plano general que evidencia la extensión del cultivo que acapara más allá de lo que el horizonte delimita. En toda esa vastedad agrícola que oprime por su magnitud vemos algunos avestruces desperdigados por el territorio y muchos camiones que surcan la ruta con un direccionamiento industrial que no se detiene. Por allí, tirado, aparece un punto blanco. La cámara nos permite su descubrimiento el tiempo suficiente como para identificar un cuerpo.

Luziane trabajando en la puerta de un club nocturno.

El primero de los actos se centra en Luziane. Desplazándose en moto, se dirige a una casa en la que al llegar no muestra indicio de estar siendo ocupada, muy a pesar de que se escucha -integrando la diégesis- música que se presume suena en el interior. Ante el llamado insistente por parte de Luziane y la consecuente falta de respuesta, el espectador logra asociar esa casa a la que alguna vez habitó Madalena. Desempeñándose en un club nocturno somos testigos de la opresión a la que está sometida la mujer por parte de los hombres que lo frecuentan. El ámbito en el que Luziane se desarrolla puede sugerir el vínculo que mantenía con la protagonista en un entorno desolador y violento en su pasividad. Está inmersa en un mundo que la vuelve vulnerable, donde el temor consecuente del riesgo se torna palpable pudiéndose evidenciar en el choque que ella tiene expulsando del recinto al hombre que la acosa. El carácter de denuncia no se vuelve participativo pero deja en evidencia una realidad que sucede en el mundo ficcional y que adquiere una tonalidad aún más sombría cuando se atiende al contexto que la provoca. Sobre Luziane se imprime el primer atisbo del dolor de la ausencia, donde la incomunicación y la frialdad de una casa vacía contrastan con un ambiente sobrecargado de interrogantes que no serán respondidas. El desconcierto funciona como un recurso, y será siempre así el condicionante con el que Marcheti hilvana la historia: nada de subrayados con información directa.

Cristiano en la plantación de soja.

Con la presentación de Cristiano se da inicio al segundo acto, incorporando a la trama el carácter de preocupación en acercamiento a una crítica sociopolítica más notoria. Se percibe la intención de Madiano de poner en cuestionamiento el desarrollo del modelo agrocapitalista explotador y la expresividad del entorno sucede acaparando un protagonismo que lo vuelve un personaje más en la narrativa, donde hasta la maquinaria está representada como monstruos que devoran, insaciables, la tierra cosechada. La inmensidad rural es captada con solvencia y su representación está lograda a través de un desempeño fotográfico que se luce principalmente en todo este tercio de la película. Su destaque no está ligado a la destreza técnica ni tampoco a la utilización de recursos novedosos, sino que apela a una honestidad cruda donde la estaticidad de la cámara en grandes planos generales permite dar cuenta del terrible secreto que la plantación esconde y el tiempo que se le da desde el montaje a cada plano logra convertir la calma en tensión. En este territorio verde y antagónicamente hostil, el cuerpo de Madalena significa un peligro para la estabilidad productiva del recinto agrícola a cargo de Cristiano. Un sentido conflicto interno aqueja a este personaje y lo obligan a actuar de maneras indeseables, carente de empatía, donde la figura patriarcal coquetea con el status de patrón evidenciando un ejercicio incómodo de relacionamiento violento. La pesadumbre del calor que atosiga a los trabajadores hace que en el ambiente hierva un caldo opresivo vinculado al esclavizante desarrollo de la actividad laboral y que desdibuja el lineamiento directo con la trama. La ausencia/presencia de la protagonista por momentos se deja de lado, desviándose el guion y perdiendo el rumbo. Lejos está esto de ser un recurso narrativo distractor, sino que alude a una falta de solvencia que atenta contra la historia misma.

Bianca

Bianca y su grupo de amigas trae consigo un aire fresco a la historia. En el tercer acto la colectividad está representada a través de su relacionamiento empático, estrechando lazos atravesados por la empatía y por primera vez el vacío provocado por la desaparición de Madalena es llenado y se percibe positivamente. El grupo de amigas decide emprender un viaje en ruta, con tintes de peregrinación, hasta llegar a un entorno agreste para bañarse en una especie de río. Con actitud celebratoria, la dignidad de una comunidad unida en su lucha se entremezcla con el recuerdo de su amiga desaparecida acrecentando el carácter contestatario de un colectivo que, aún golpeado, tiene fuerza para aguantar los embistes de una vida tristemente injusta. Marchetti decide en este acto presentar a un grupo de personajes que se mueven en bloque, despegándose de los dos actos anteriores en los que en contraposición mostraba personajes atravesando el dolor o la preocupación en soledad. La mancomunión ofrece un significado de resistencia expresado en sororidad entre las más desfavorecidas, donde la marginalidad es evidente y las obliga a desenvolverse por sus propios medios contra un mundo que hostiga constantemente. La resiliencia es el arma y a la vez escudo con que enfrentan ese mundo.

La película se erige como un retrato local donde el director logra imprimirle una incomodidad visceral. Es una historia que sucede en el lugar donde creció y desde donde él mismo se vió ‘’expulsado’’ por el estricto régimen conservador que aún se mantiene. Allí mismo se conjuga la crítica socio-política en una representación de las minorías realizada con conciencia y que no escatima al tomar ciertos riesgos -aunque su realización por momentos falle. El hecho de resistirse a revelar la identidad de la protagonista omitiendo su participación y presentándola desde el inicio como un personaje ya muerto resignifica a esta ópera prima, otorgándole un valor que la aleja del conformismo simplista. La estructuración y sugerencia de los arcos se asemejan a los utilizados en el género thriller de investigación criminalística, pero con una importante diferencia: en Madalena no existe tal procedimiento policial, ni tan siquiera una intención de sugerir un sospechoso o resolver el crimen. Así Marcheti relega la expectativa a un lugar dominado por las emociones que los distintos personajes atraviesan. Haciendo uso de los distintos puntos de vista se permite reflexionar sobre la reacción social aplicada a una problemática para la cual se elige barrer hacia abajo de la alfombra, y en la que prima la incapacidad de sentir un dolor que le pertenece a otro. El miedo es un motor innegable que mueve los engranajes sociales y este tipo de obras convierten a la realización cinematográfica en un instrumento de denuncia que se agiganta, transformándose en un valiente coloso, más potente que cualquier intento de callar a los que hace tiempo gritan sin que nadie los escuche.

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