LOS BOLETINES VIEJOS #03: LO QUE HICE EL FIN DE SEMANA

El Sena Encuentra Paris + Gimme Shelter

Mick Jagger en Gimme Shelter (1970)

Enero 5, viernes, 1996

***** EL SENA ENCUENTRA PARIS

El definitivo acto de amor del maestro holandés Joris Ivens por París, sobre poema de Jacques Prévert y libreto de George Sadoul. Como el Sena, el film llega a la ciudad, a la que accede desde sus riberas Con sus gentes retratadas con afecto entrañable y una carga poética que convierten al conjunto en uno de los más brillantes poemas cinematográficos del la historia del cine, donde todo parece captado al azar y de improviso, y todo, sin embargo, se organiza, en cadencias, desarolllos, gentes y lugares que retornan y se evaden definitivamente, mientras el río corre, y los versos de Prévert, la cámara de Ivens, todo se desliza.

No me merezco haber visto esta película. Quizás si yo fuese más joven, menos rancio y envejecido. O quizás si hubiese estado en el momento que se exhibió por vez primera, antes que todos sus rasgos de estilo se terminaran volviendo un lugar común para hablar de «lo francés» . Pero ahora, el viernes pasado, mientras veía sus hermosísimas imágenes del río y su gente sólo pensaba en el narrador coustoniano de Bob Esponja, en Pepe Le Pew, y en este corto de The Ben Stiller Show. Así que sí, me estuve riendo como una maloliente hiena con tu poema cinematográfico, Joris Ivens. Te pido perdón aunque estés muerto y aunque en realidad estoy seguro que mi reacción no te importaría en lo más mínimo si estuvieses con vida.

 

El Sena Encuentra Paris (1958)

 

Enero 6, sábado, 1996

*** GIMME SHELTER

Excelente documental sobre los Rolling Stones. El momento clave del grupo, el famoso cocierto de Altamont Speedway, que desembocó en el caos y en alguna catástrofe, fue registrado por los directores David y Albert Maysless (sic), con brillo fulgurante. La banda sonora y las imágenes registran alguno de los temas más perdurables y emblemáticos de la trayectoria de los Rolling: Satisfaction, Sympathy for the Devil, Brown Sugar, Under My Thumb. El film permanece como un terstimonio, un documento y un recordatorio de ese momento irrepetible.     

Antes de empezar, detengámonos en la belleza del resumen publicado (correspondiente a la programación de Diciembre 1995-Enero 1996). Primero, el error en el apellido de los directores y la omisión del crédito a la editora y co-directora Charlotte Zwerin, que aparece en la ficha técnica pero no en la crítica. Si, yo sé que ahora es fácil. Que está imdb (que igual te puede dejar recontra clavado y si no tenés un mínimo de idea podes terminar anotando cualquier cosa como largometraje) y que google, la internet, bla. Y si, también de seguro hay algo de deleite personal (y resentimiento, duh) en esto. Pero no puedo evitar señalar y corregir un error de la generación de críticos uruguayos que hicieron de la precisión del dato su mayor dardo, su rasgo cardinal. Segundo, todo eso de «los temas más perdurables….de la trayectoria de los Rolling«. Pensar en Manuel Martínez Carril escribiendo «los Rolling» me deja como Pampita en Desearas al Hombre de Tu Hermana (2017). Alta, excitada, fulgurante.

Ahora. Dos confesiones. Una: Odio a los Rolling Stones. Dos: Odio a los hippies. Durante mayor parte de la duración de Gimme Shelter (1970) me preguntaba si iba a poder terminar de verla soportando dos de las cosas más insufribles del mundo. Pensaba también en que los rolingas no pueden decir nada en contra de Rombai/Maramá sobre apropiación cultural de la clase baja por parte de la clase alta. También pensaba sí la gente que iba a ver a Los Rolling en esa época estaba haciendo competencia por quién bailaba de forma más idiota. Y cuantos de ellos habrán terminado votando a Trump en las últimas elecciones. Por suerte en cierto momento apareció Tina Turner y estuvo todo más o menos bien (hasta que Jagger dijo que cada tanto estaba bueno traer a una minita, y ahí sentí que todo lo que está haciendo la generación extra mega políticamente correcta y las feminazis está perfecto y que sí, matemos a todos los machos).

Pero, a pesar de la mezcla de aburrimiento e irritación, persistí. Más que nada porque sabía de las cosas que pasaron en el concierto de Altamont (y que lleva a esas declaraciones ridículamente superlativas y reductivas al unísono de «ahí murió el sueño del amor de los 60s» y bla bla bla), dónde diversos disturbios y un pésimo control de los mismos llevaron a que varias personas muriesen, lo cual me generaba bastante curiosidad de como sus directores terminaban aborando un acontecimiento tan fácil de retratar de formar sensacionalista. Y, por sobre todas las cosas, porque dos de los realizadores de Gimme Shelter son los mismos de Grey Gardens (1970), una de mis películas favoritas del mundo, de esas que ví muchas veces, y  que, al igual que la mayor parte de las maricas de bien, repito diálogos a troche y moche sin ton ni son. Eso me hacía confiar que en algún momento esa mirada iba a tomar control. Una que observa a sus criaturas de una forma muy cruda y muy directa, suscitando tanto la risa del ridículo involuntario como una más amable, de comprensión y ternura. La mirada que trae estar presente en el momento y mantener una distancia objetiva, al menos desde el lente y el montaje.

Esa mirada me resultó casi imposible de encontrar, y no solo por mis problemas personales con los sujetos que retrata (claramente dos mujeres con síndrome de diógenes me resultan más cercanas al corazón que un machirulo cacareando). De hecho, cuando en la segunda mitad de la película se acercan más tanto a la banda como sus espectadores, percibí que compartía con sus directores el desprecio por ambos (es decir, por los miembros de la banda y su respectiva audiencia). Que un músico quede pintado como un idiota en el documental que se supone debe ensalzarlo es casi una tradición. Bob Dylan termina siendo retratado como un monstruo en Don’t Look Back (1967) y lo mismo pasa con Madonna en A la Cama con Madonna (1991), por poner los dos ejemplos más obvios. En Gimme Shelter hay una gran fascinación por Mick Jagger, una especie de endiosamiento, de edificar un pedestal fílmico a su presencia escénica cada vez que esta sobre el escenario, y al mismo tiempo una intención de revelar al marqués aburrido que la va de rey cuando deja de cantar. Y ambas cosas son ciertas: es un performer demoníaco, y es también un ser horrendo despreocupado por otra cosa que no sea volverse un contador automático de billetes. Pero al contrario de las ingeniosas damas de alta alcurnia caídas en desgracia de Grey Gardens, los realizadores no terminan de volver a Jagger (el verdadero centro de la película, el que aparece en casi todos sus fotogramas) en alguien completo. Más que imágenes complementarias son contradictorias, dos aspectos de una persona que nunca terminamos de apreciar y de conocer. Finalmente, se vuelve alguien que nos deja de importar.

 

Afiche promocional del film.

Con respecto al público presente en el recital de Altamont, es incluso más complicado. Pauline Kael, en una reseña muy negativa sobre el film, que en última instancia termina revelando más sobre su moralismo de lo deseable, y que incurre en varias acusaciones de montar y escenificar escenas para la película que no solo terminaron por ser falsas sino que hasta llegan a culpar a los Maysles de provocar los disturbios que terminaron por matar a cuatro personas, señala algo que es cierto no sólo sobre Gimme Shelter sino sobre la ética del documental en sí (si quieren leer la crítica completa, así como la respuesta de los Maysles y Zwerin a sus acusaciones, pueden hacerlo en este link). Es cierto, la gente detrás de cámara es sólo eso: los cronistas de un evento, los observadores imparciales. Pero también son personas presentes en lo que están registrando. Y sobre todo son manipuladores del material cuando este llega al cuarto de edición. Decidir dejar la escena en que un tipo, completamente pasado de ácido, interactúa de forma molesta con un camarógrafo, volver a un montón de chicos y chicas que querían ver a su banda favorita en idiotas balbucientes son decisiones tomadas fuera del campo de batalla, en frío. Me pasó lo mismo cuando ví The Look of Silence (2014), de Joshua Oppenheimer. En una escena, el padre del protagonista, ciego y en silla de ruedas, se arrastra por el piso pidiendo ayuda ya no a los gritos, sino directamente aullando. Un fragmento muy significativo con respecto al tema del documental, sin dudas. Pero, el tema ya estaba planteado. ¿Es necesario subrayarlo de una forma tan obvia, cruel e incluso hasta mezquina? ¿No era mejor bajar la cámara y ayudar? ¿Estamos solo elogiando la película de la cual esa escena forma parte porque nos gusta utilizar de forma positiva los adjetivos «cruda» y «realista» permitiendo que cualquier medio sea utilizado para llegar a ese fin?. Cuando en Gimme Shelter, los Hell’s Angels encargados de la seguridad del concierto (mala idea), contratados en base a que pueden ver todas las bandas y tomar cerveza sin parar (pésima idea) terminan aporreando a cualquiera que se acerque mínimamente al escenario, la actitud de los Maysles de «no participar» es muy similar a la de Jagger y de Grace Slick, la cantante de Jefferson Airplaine al ver lo que está ocurriendo. Kael escribe al respecto:  «Cuando Slick y después Jagger se dirigen a su audiencia para calmarlos, para ‘mantenerse alejados el uno del otro a menos que sea para amarse’ y  para que ‘encaren’, están diciendo todo lo que saben decir, pero la situación ya sobrepasó ese punto….Pedirle control a personas que están asustadas y drogadas es patético de por sí, y dado que la violencia más peligrosa viene obviamente por parte de los Hell’s Angels, cuya idea de orden es pisotear a jóvenes confundidos y desconcertados, que Jagger diga: ‘Hermanos y hermanas, ¿por qué estamos peleando?’ es sobre todo, lamentable. Musicalmente hablando, Jagger no tiene manera de tranquilizar el ambiente, porque el tipo de música que hace tiene una única dirección-más alta, hasta que todos estén noqueados». No provocaron el descontrol para obtener un mejor resultado cinematográfico, pero claramente fueron oportunistas y poco delicados al respecto.

Gimme Shelter empieza y termina en el mismo punto: con los integrantes de los Rolling Stones (tan poco articulados como su audiencia) confrontados a las escenas que muestran al integrante de los Hell’s Angeles apuñalando a uno de los espectadores del recital (secuencia que es repetida una y otra vez hasta que Gimme Shelter termina acercándose a una snuff movie). Es una manera de expiación, de demostrar su inocencia, de repetir «que feo, que terrible todo, oh la humanidad». De darnos la tranquilidad que todos estamos del mismo lado. Pero el problema es que eso no es así. Estas personas contrataron a un grupo de motoqueros violentos e irracionales para mantener la seguridad, y claramente lo barato del servicio fue un gran atractivo. Estos realizadores decidieron filmar lo que pasaba con un mínimo de consciencia del desastre de lo que podía llegar a suceder y fueron cómplices de explotar la muerte de cuatro personas (de la cual vemos una, varias veces) por su potencial atractivo marketinero. Cuando una serie de fundidos encadenados nos muestra a un montón de muchachos y muchachas caminar la mañana siguiente del desastre, estamos viendo la mitologización de esa idea de «fín de una era», «requiem del sueño hippie» y demás chorradas. Los Maysles y Zwerin les interesa  crear la iconografía de una época y sus habitantes, en vez de intentar comprenderlos y acercárnoslos.

 

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