LA SOCIEDAD DE LA NIEVE (2023)

Si bien Netflix es una empresa a la que le podemos criticar muchas cosas (una de ellas es irónicamente lo que voy a mencionar a continuación), cuando decide mover sus hilos y darle un estreno digno en salas comerciales a una de sus películas siempre es por razones interesantes. Ya sea por ser los nuevos trabajos de directores que valen la pena como Sorrentino o Iñárritu, o por de alguna forma saber que la proyección de la obra va a generar discusión. Obviamente, esto no quita el hecho de que son y seguirán siendo una de las empresas que más ha afectado para mal a la creación y visionado de cine hoy en día, pero por lo menos hoy podemos estar un poco agradecidos de que una película como La Sociedad de la Nieve haya sido estrenada. Tanto por lo que significa en la historia uruguaya como por la calidad de la misma.

El 13 de octubre de 1972, el avión 571 de la fuerza aérea uruguaya que iba con el equipo de rugby Old Christians Club en rumbo a Santiago de Chile se estrelló en la cordillera de Los Andes. A bordo del avión iban 45 personas, de las cuales 16 fallecieron en el choque y solo quedaron 29. Esas 29 personas sobrevivieron durante 72 días a una pesadilla que consistía en vivir las condiciones más extremas que es posible imaginar, pasando por temperaturas extremas hasta tener que recurrir a la antropofagia para poder sobrevivir. Una pesadilla que solo pudo terminar cuando Nando Parrado y Roberto Canessa caminaron durante 10 días gran parte de la cordillera en busca de ayuda. De los 29 que sobrevivieron al choque, solamente 16 pudieron volver a casa. De esta tragedia se han hecho un montón de cosas, desde libros y documentales hastalas películas de ficción, siendo hasta ahora tres. Supervivientes de los Andes del 1976, ¡Viven! del 1993 y la que hoy nos convoca: La Sociedad de la Nieve.

La Sociedad de la nieve (2023)

El hecho de que un director español venga con todo su peso a dirigir una de las historias más icónicas que tiene Uruguay era algo menor, el tema era qué tipo de película iba a hacer, debido a que Bayona… digamos que no es el mejor director del mundo. Su mejor película hasta este momento era El Orfanato, que si bien era un relato sólido, aun así perdía en comparación con algo como Los Otros de Alejandro Amenábar. Siguiendo después con Lo Imposible y Un Monstruo viene a Verme, películas decentes y con buenas intenciones que denotaban a un director que, si bien hace un uso inteligente de la cámara, carece de un manejo genuino de las emociones al apelar siempre a la emotividad efectiva, cosa que lo alejaba de una de sus claras inspiraciones como lo es Steven Spielberg. Es importante remarcar todo esto, ya que uno cuando se sienta a ver La Sociedad de la Nieve se encuentra a un cineasta totalmente diferente, maduro y que todo lo que busca lo consigue de una forma increíble.

Ya la secuencia del famoso choque nos deja claro esto. El manejo de la tensión in crescendo con los elementos del escenario, la puesta de cámara que nos permite ver la acción de la forma indicada en el tiempo indicado, la medida, pero sorpresiva brutalidad y un pequeño detalle genial como lo es el corte de montaje que ocurre de los ojos de Numa a la cola del avión rompiéndose muestran a un Bayona totalmente preparado para contar esta historia. Demostrando en esta secuencia que no solo ha mejorado mucho como director, sino también el estilo que mantendrá a lo largo de la película. Desde los constantes grandes planos generales que muestran a nuestros protagonistas como si fueran insectos hasta el uso del gran angular para deformar situaciones ya de por sí catastróficas (por ejemplo: la escena de cuando se enteran por radio de la cancelación de la búsqueda), todo está hecho para hacer sentir al espectador una claustrofobia inimaginable en un lugar tan irónicamente abierto como lo era el Valle de las Lágrimas.

Enzo Vogrincic en La Sociedad de la nieve (2023)

Pero tampoco necesita de la espectacularidad todo el tiempo, ya que si hay algo que también Bayona logra des transmitir de forma los sentimientos y emociones que sienten nuestros personajes al estar en ese lugar, sin necesidad de trucos o efectismo. Ya con solo mostrar sin necesidad de diálogo cómo pasan la primera noche o las reacciones que hacen al ver la inmensidad que los rodea nos hace ponernos de lleno en sus zapatos. Además, también se le da lo justo y necesario a cada uno de los supervivientes, manejando de buena forma sus tiempos de participación y permitiéndole a cada uno su protagonismo. Todo esto siendo narrado desde el punto de vista de Numa Turcatti (interpretado por Enzo Vogrincic). Un personaje que tiene una exploración interesante al ser una de las voces de la razón del grupo.

La introducción de este ocurre en una iglesia con una luz en el fondo, ya emparentándolo con lo espiritual (relación que se fortalece más teniendo en cuenta lo que le pasará cerca del final). A diferencia de sus compañeros que durante una misa caen en sus actos más emocionales, Numa trata en todo momento ser lo más racional posible, ya sea pensando las cosas más seguido o no sucumbiendo al tema de la antropofagia. Y es interesante que Bayona haya elegido este punto de vista debido a que es el tipo de postura que toma a lo largo de la película. No busca agregarle más emoción a algo que no la necesita de más y siempre trata los temas de la cinta con la seriedad y madurez que requieren. Desde el darlo todo para seguir vivo hasta uno tan polémico como el del mal llamado “canibalismo”, en el que no se va a lo morboso y muestra los debates tanto éticos como hasta religiosos que tenían nuestros protagonistas (de paso aprovechando esta situación para regalar dos de los mejores planos de la película).

La Sociedad de la nieve (2023)

Aun así, si bien la integración de este personaje es interesante y permite también algunos análisis, carga con uno de los pocos problemas de la película que es el uso de la voz en off. Un uso que además de ser cansador, también es muy obvio, tirando reflexiones que a veces quedan fuera de lugar o explicando las acciones de los personajes. Generando al final una sensación de repetición, así como la duración de la misma cinta. No hay que confundir conceptos, la película es entretenida y el hecho de que sus dos horas y diez se sientan es una forma interesante que tiene Bayona para hacernos partícipes del agotamiento que debería ser el estar en un lugar como ese, pero aun con eso hay ciertos momentos muertos bastante notorios. Pero es cierto que también al final estos dos problemas se logran redimir, ya que cuando llega el rescate todo cambia.

Si bien uno sabe que al final Parrado y Canessa van a atravesar la cordillera y conseguirán la ayuda para sacar a los demás de ahí, aun así uno se permite emocionarse, celebrar y agradecer que aquella pesadilla se termine. Demostrando al final que Bayona logra sumir al espectador en una experiencia donde siente todo, desde el dolor hasta la alegría final. Desembocando todo en un grandioso epílogo, donde la emoción está a flor de piel y en el que a través de su último plano (los sobrevivientes juntos y dándose afecto humano, a diferencia del de la montaña) su director demuestra que ha logrado lo que siempre quiso hacer.

Retomando un poco lo que había dicho al inicio, la única cosa que podía encontrar de interesante en Bayona para que venga a dirigir la tragedia de Los Andes era el hecho de que ya había dirigido una película de un desastre natural como fue Lo Imposible, una película que de memorable tenía la secuencia de la tragedia y nada más. Así que el miedo de que la cosa quedara solo en un festival de morbo con un aura de horror detrás era más que entendible -y si bien un poco de eso está en la cinta (cosa justificable al ser el terror el género donde nació este director) la idea principal es otra. Y es que volviendo a ver la historia ocurrida en Los Andes, uno se da cuenta de que si uno buscara un tono adecuado para filmar una historia como esta, ese tendría que ser un tono spielbergiano. No tanto por la emotividad o la espectacularidad (que también lo son), sino por el tema que nos deja.

La historia del milagro de Los Andes es acerca del valor de la vida, de las superaciones como equipo y de cómo cuando uno está dispuesto a vivir, lo da todo. Una idea acorde a varias de las películas del legendario cineasta, desde sus superproducciones hasta las más intimistas. Y si Bayona quería demostrar de una vez por todas que podía entender las películas del maestro Spielberg, lo tenía que hacer con una cinta como esta. Una que deja los pelos de punta en varios momentos (mención especial para la secuencia del alud), que tiene un absoluto respeto tanto por las víctimas como por sus supervivientes y que entiende algo que por ejemplo la predecesora ¡Viven! del ’93, con su emoción metida con calzador, no entendió. Y es que si querés emocionar al espectador con esta historia, no hace falta cambiarle ni una sola coma. Ya que el milagro de Los Andes, tal como ocurrió, supera y seguirá superando a cualquier épica que nos quiera vender Hollywood.

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