APUNTES SOBRE LOVING VINCENT

Un camino a van Gogh

Vincent van Gogh nació en 1853 en un pueblo de Holanda, vivió apenas 37 años y  fracasó en todo lo que la sociedad de su época consideraba importante.

Fue incapaz de ganarse la vida: primero trabajó en una galería de arte de la que fue despedido por irritar a sus compañeros y clientes. Luego comenzó estudios de teología, que interrumpió al cabo de un año. Su vocación era ser pastor, consiguiendo un puesto auxiliar de maestro y predicador en la cuenca hullera belga, donde ayudó a los pobres y a los enfermos, a pesar de que él vivía en la más extrema pobreza ya que no recibía sueldo alguno. A partir de ese momento estuvo bajo la completa dependencia económica de su hermano Theo, viviendo hasta su muerte con la angustia continua de que este apoyo fraternal le fuera negado.

Como artista no logró vivir de su arte. Fue recién después de su muerte que sus méritos fueron reconocidos y él consagrado como un genio. Tampoco formó una familia y no encontró satisfacciones en su vida sentimental. Sufrió desequilibrios mentales y alcoholismo, estuvo recluido en diversas ocasiones en hospitales psiquiátricos y murió en brazos de su hermano Theo dos días después de haberse disparado un tiro.

Van Gogh es una figura ejemplar como imagen del artista incomprendido. Tras su suicidio en 1890 se convirtió en uno de los primeros mártires del arte moderno. De los 37 años que vivió, apenas diez los dedicó a la pintura, y solamente cinco de ellos corresponden al van Gogh que conocemos, a ese estilo propio e inconfundible. Y es que van Gogh, como artista, buscó incansablemente un lenguaje propio, y por eso experimentó con diversos estilos.

Comenzó con dibujos y bocetos basados en los cuadros de Millet; siguió con óleos de paisajes influido por la Escuela de La Haya, que intentaba revivir la edad de oro de la pintura barroca holandesa; retrató a campesinos, tejedores y mineros, que fueron sus figuras predilectas como representantes del proletariado -fue un socialista convencido y sintió una profunda antipatía hacia la industrialización, considerando que degradaba al ser humano, convirtiéndolo en un mero eslabón de un engranaje productivo.

Mujer levantando papas (1888)

Llegado a Paris experimentó con el impresionismo, que luego abandonó para rechazarlo y criticarlo; lo mismo ocurrió con el puntillismo, que criticó por restrictivo, muy controlado y teórico; y quedó fuertemente impresionado por la japonaiserie, en particular por la estampa japonesa de Hokusai e Hiroshige, que marcarían su obra.

Finalmente, durante el tiempo que vivieron juntos en Arles en la Casa Amarilla trabajó intensamente junto a Paul Gaugin, comparando sus resultados, discutiendo sobre conceptos artísticos e incluso llegó a imitarle con empeño, pero también terminó rechazando la táctica reflexiva y el racionalismo de Gaugin, así como la delimitación de todas las superficies mediante un contorno, en pos de una pincelada más libre, impulsiva y expresiva.

Y es así que tras recorrer este camino dentro de las soluciones modernas ocurrió el encuentro de un artista con su lenguaje propio, una solución única y original, que fue dibujar con el color (y es por eso que en su pintura encontramos líneas verticales, horizontales, onduladas, serpenteantes, de una libertad compositiva total), pero el color entendido como expresión y símbolo de sus emociones y sensaciones.

Esto lo vemos por ejemplo en cuadros como Sembrador a la puesta del sol, de 1888, en el que el cielo es amarillo y el campo de trigo azul. Van Gogh se aleja de la representación real de las cosas porque en él prima la necesidad de expresar lo que siente frente al motivo y eso lo hace mediante el uso del color, que solo depende de lo que necesita y lo usa entonces de forma arbitraria.

La vida y el arte fueron para van Gogh una unidad inseparable. Pese a sus desequilibrios y reclusiones jamás dejó de pintar. Entendió el arte como un llamado interior, una búsqueda personal y una gran aventura, en la que no escatimó esfuerzos y por la que en definitiva arriesgó su existencia, dejando uno de los legados más fantásticos de la historia del arte, provocando una revolución en el mundo del color.

Ciento veintisiete años después de su muerte llega un verdadero homenaje al artista y a su obra de la mano de esta joya, Loving Vincent. Y de la misma manera que el artista al que rinde homenaje es un hito en la historia de la pintura, la película es un hito en la historia del cine: es la primera película completamente pintada al óleo.

Mucho se ha escrito sobre la vida y la obra de van Gogh y no han faltado las producciones destinadas a la pantalla grande y la televisión, destacándose Lust for Life, de 1956, de Vicente Minnelli, en la que Kirk Douglas interpretaba al artista de pelo rojo, y por la que el gran Anthony Quinn obtuviera su primer Oscar en 1957 en la categoría de mejor actor de reparto por su interpretación de Paul Gaugin.

Pero nada se parece a Loving Vincent. Como obra su valor no radica sólo en el hecho de ser una película pintada al óleo, es además un hermoso canto de amor a ese legado personal y original que es la obra de van Gogh, a su sensibilidad y a su lenguaje expresivo, que es un estilo propio y único (al punto que muchos estudiosos hablan de la caligrafía de van Gogh), que nadie pudo seguir.

Constituye además una forma de difusión de la obra de este genio de la pintura, porque, aun sin nunca antes haber visto un cuadro de este autor, nadie que vea la película y después contemple un cuadro del último período de van Gogh puede dejar de identificar o reconocer su estilo y sentir entonces que lo conoce de una forma más cercana. Esta película permite que el espectador se sumerja dentro del universo plástico de van Gogh y viaje durante una hora y media a través de los ojos de este fantástico pintor.

No es una película biográfica puesto que no pretende ser un retrato de la vida del artista, pero sí brinda una interpretación de cómo podrían haber sido sus últimos días en Auvers, trabajando en base a una hipótesis alternativa a la historia oficial del suicidio. En ese sentido constituye además una investigación rigurosa, basada en testimonios, declaraciones y reportes judiciales que siguieron a su muerte.

Dorota Kobiela, Hugh Welchman (directores) y uno de los actores del live action, durante el rodaje

Van Gogh entendió el arte como una gran aventura, un llamado interno, un viaje personal y un camino que por más tremendo que fuese, era inevitable recorrer. Lo mismo ocurre con Dorota Kobiela, quien tras una crisis vocacional se embarcó en una aventura de más de 6 años de creación artística, fiel a ese llamado interior, dispuesta a recorrer ese camino que para ella era inevitable, inspirada en la gran aventura de uno de los más grandes maestros de la historia del arte. Un ejemplo perfecto de la magia del arte en estado puro y su poder de inspirar. Es el verdadero sentido de la trascendencia y de lo que implica un legado. No sólo fue van Gogh un pionero del expresionismo e influyó a todos los pintores que vinieron luego, sino que más de un siglo después de su muerte, inspira también a esta otra gran artista, Dorota Kobiela, a crear Loving Vincent.

Cézanne decía que el arte se trata de un instante. La contemplación es un acto íntimo y personal, un instante en el que se establece un vínculo no solo entre el espectador y la obra, sino también entre el espectador y el artista. La pintura de van Gogh genera un efecto emocional muy profundo en el espectador. En él siempre primó la necesidad de expresar lo que sentía frente al motivo, tanto cuando hacía un retrato como cuando pintaba un paisaje.

Al finalizar Loving Vincent es difícil no sentir que se conectó con Dorota Kobiela y su obra. Y a través de ella, sentir que uno se conecta, de nuevo, con Vincent van Gogh.

Para hacer posible más artículos como este, apoyá nuestro proyecto. ¡SUSCRIBITE!