Entrevista a Carolina Campo Lupo

Directora de El Hombre Congelado

Carolina Campo, directora de El Hombre Congelado

Se estrenó El Hombre Congelado (Sala Pocitos, 21.10hs), de la cual hablamos la semana pasada. Fuimos a verla y aprovechamos para hacerle algunas preguntas a la directora. Con ustedes, Carolina Campo Lupo, la mujer que viajó hasta el fin del mundo y volvió para contarlo (con una película).


¿Cómo surgió la idea?

Comencé a escuchar los relatos sobre la Antártida hace algunos años, cuando mi madre regresó de su primer viaje al fin del mundo. Volvía cansada y desesperada por entrar en la comodidad de su cuarto, de sus ropas y traía consigo historias casi fantásticas, cuentos de aventura, suspenso y sufrimiento. Así es como vi la primera imagen de la Antártida, sin ficciones ni intermediarios: la foto de un hombre, vestido con un gran e incómodo traje para fríos extremos, que iza las banderas de un asta, en medio de un paisaje desértico. Pero no un desierto caliente, árido y soleado. Un desierto congelado.

Allí una serie de preguntas comenzaron a dar vueltas en mi mente y la idea de ir hasta ese lugar para hacer una película, parecía la forma de enfrentarme a estas incógnitas.

¿Cuál era el planteo u objetivo inicial, antes de enterarte que viajarías en barco hasta la base y no en avión?

En un principio la película se concentraba en la base científica que Uruguay tiene en la Antárida y en la vida de los hombres que la habitan. Buscaba en esos espacios la imagen del encierro, del aislamiento y del hombre en la naturaleza. Pero todo esto fue apareciendo en el barco, que se convirtió en una nave especial flotando casi a la deriva. Descubrí que ya no tenía por qué viajar hasta el fin del mundo para dar vueltas a los interrogantes que me había planteado en un principio, pero igual debía llegar para enfrentarme a otras cuestiones.

¿Qué realizadores fueron cruciales en tu formación y cuáles fueron cruciales al imaginar esta película?

Esto siempre me cuesta mucho responderlo. Por lo menos la primera parte. Puedo decir que Tarkovsky y Bresson maracaron un quiebre en mi forma de entender el cine y el arte, pero podría agregar muchos, muchos más. Específicamente en el documental Sergey Losnitza fue muy importante a la hora de “imaginar” (como tu decís) esta película. Pero también lo fueron Wang Bing y Werner Herzog.

Creo igual que el origen de mi película está más en El mundo de cristal de J. G. Ballard. (cita) “ … Sanders vio por todas partes incontables pájaros más pequeños, mariposas e insectos que unían sus aureolas cruciformes para la coronación del bosque. El padre Balthus tomó a Sanders del brazo. –En este vemos la celebración final de la Eucaristía del cuerpo de Cristo. Aquí todo es transfigurado e iluminado y unido en el matrimonio final del espacio y del tiempo…”

¿Te animás a contarnos cuál fue el proceso que atravesó la película, desde la idea a su exhibición?

Aggg, es un proceso largo, como el de toda película. Pero me animo. Primero las interrogantes y las obsesiones, que de a poco se fueron transformando en cine. Luego escribí y escribí y salí a buscar dinero, o algo así, al mismo tiempo que luchaba por el interés del Instituto Antártico (del cual casi que dependía mi vida). Eso duró un par de años, hasta que decidí que si obtenía el permiso del IAU iría a la Antártida sin dinero, con cualquier cámara que encontrara. Por suerte antes de que hiciera esa torpeza el dinero apareció y viajé en mejores condiciones. El rodaje fue todo un proceso aparte, con vueltas y complejidades. Regresamos a Montevideo y allí comenzó casi un año de montaje, rugh cut labs y esas cosas horribles que hacen los directores de cine. Y al año siguiente fue la premiere mundial en Visions du Reel, a donde llegó recién salida del color. Luego de eso fueron los festivales y un año y medio después su estreno en Uruguay (finalmente).

Fotograma de El Hombre Congelado, documental de Carolina Campo Lupo

¿Cómo describirías la forma documental que utilizas?

Podría decir que es observacional, pero es un poco simplista. La película articula ese aspecto con herramientas poéticas, por decirlo de alguna forma, y utiliza (y transforma) el sonido, para dejar de ser puramente observacional. También lo hace con la realidad, para conseguir en el espectador una relación más sensible que intelectual.

De los momentos que captaste dentro del barco, elegiste ensamblar aquellos donde el silencio y el funcionamiento maquinal se imponen… ¿Por qué?

En parte por lo que digo en mi respuesta anterior, por una búsqueda atmosférica y narrativa que lo necesitaba. Pero también porque es mi percepción de la realidad que filmé.

¿Cuándo escuchaste la música de coro que utilizás?

El día que visitamos la iglesia rusa, luego de asistir a una misa de casi dos horas: el Diácono nos invitó a tomar vino a su pequeña casa-container. Allí hablamos y reímos y brindamos en un ingles casi incomprensible y en un ruso absolutamente incomprensible. Nos acompañaban Gerardo [Castelli], Rafael Fraga (quien fue nuestro guía en ese viaje) y un carpintero ruso, el único humano, además de nosotros, que había asistido a la misa. Pallady, el Diácono, nos contó que cantaba en un coro en una pequeña iglesia perdida en Rusia y me comentó que tenía cosas grabadas. Y en ese momento me di cuenta de que debía obtenerlas para la película. Y me las llevé.

Discutíamos con un amigo… Para uno de nosotros la película va de un polo al otro, partiendo del orden y la rutina del barco, que pretende imponerse pero que termina en el caos y lo imprevisto de la naturaleza donde el hombre no puede hacer más que rezar. Para el otro, el barco y el final no son tan diferentes, y de algún modo representan lo mismo: el hombre en medio del abismo y lo ingobernable. ¿Qué idea te gusta o se ajusta más a lo que buscaste? ¿Qué otras ideas te han planteado sobre la película?

Un director argentino, Martín Solá, cuando vio el corte final recién terminado se juntó conmigo y me dijo que la película era la definición perfecta de la fe. Creo que esto se opone, de alguna manera, a los dos planteos que me proponen ustedes. Pero al mismo tiempo se ajusta a la película. Como lo hacen también sus interpretaciones. La película es ir de un polo al otro, de una especie de infra-mundo maquinal y circular a un espacio incontenible e inmenso. La realidad se va despojando de lo que parece ser el orden y el poder del hombre.

¿Qué proyecto tenés ahora por delante?

De estos proyectos aun no puedo hablar mucho.

Carolina Campo, nacida en 1982 y egresada de la Universidad ORT, es socia fundadora de la productora Lobo Hombre y ha trabajado como Coordinadora en el laboratorio de cine documental de la ORT. Es también productora de los documentales Las flores de mi familia, de Juan Ignacio Fernández Hoppe y Hospi, de Gerardo Castelli.

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