AGUSTÍN FLORES: «HAY VERDADES QUE NO QUEREMOS VER»

Entrevista por Agustín Fernández y Flavio Lira.

Agustín Flores junto a Don Cony, y Omar Gutiérrez al fondo.

Los Olvidados, el primer largometraje de Agustín Flores, es una de las sorpresas más agradables que nos va dando el cine nacional durante el 2018. Este documental sobre el barrio Marconi, y principalmente sobre los raperos Don Cony y Kitty, evade varias trampas tanto del miserabilismo como la condescendencia y el paternalismo en las cuales han caído varias películas uruguayas sobre el mismo tema. Flores les da tiempo, espacio y atención a sus sujetos, los cuida de todo grotesco, y rescata sus historias personales, y con ella las de tantos otros que viven en ese lugar. Sobre varias de estas cosas fue que le preguntamos vía mail. Aquí sus respuestas. 

 

¿Cómo es tu acercamiento al cine? ¿Siempre fue desde el documental?

No siempre, me encanta la ficción. Disfruto mucho de ir al cine a ver una buena película de ficción. Hice algunos cortos, pero a la hora de pensar en hacer un proyecto de largo aliento me moviliza mucho más el documental. Más que escribir un guión y trabajarlo con actores prefiero entrar con una cámara a una determinada realidad donde la gente no está buscando ser otro sino que simplemente vive delante de la cámara. Ese registro es para mi muy potente porque todos los posibles dramas y peripecias de los personajes son reales, no se desaparecen cuando digo corte.

 

¿Cómo conociste a Don Cony y a Kitty y en qué momento surge la idea de hacer un documental con ellos?

Los conocí en la Usina Cultural Casavalle, lugar en el que trabajó como técnico audiovisual. En las usinas los vecinos pueden hacer videos y grabar música de forma gratuita. En 2011 Don Cony se acercó y grabó su canción “Yo soy Marconi”. Luego emprendimos la realización del videoclip. Ahí conocí a Kitty, hermano de Cony, quien filmó la mayoría de las imágenes. A partir de ese momento se generó un vínculo de trabajo y amistad se ha mantenido. Siempre fuimos proponiéndonos desafíos más ambiciosos. En 2012 empezamos junto a Santiago González Dambrauskas y Sebastián Martínez de Trapecistas Producciones a desarrollar un proyecto de largometraje sobre ellos y sobre el barrio Marconi. Estuvimos filmando de 2014 a 2016, ahí se suma Leo Ferraro en el montaje y como productor asociado cerrando el núcleo duro del equipo de realización.

 

¿Cuál es tu relación con el Marconi más allá de ellos dos?

Cotidiana, a raíz del documental generé algunos vínculos con otros vecinos del barrio a los que veo seguido, como Nancy y Walton, concejales que también son personajes de Los olvidados y llevan adelante desde hace años una lucha por regular servicios básicos para el barrio como la caminería, la luz eléctrica y el agua potable. También tengo vínculo con algunas instituciones que trabajan con jóvenes de Marconi con las que hacemos vídeos comunitarios a través de la Usina Cultural.

 

¿Por qué decidiste usar los fragmentos de los noticieros? ¿En qué lugarte paras con respecto a la vision sobre el tema que proponen?

Decidí utilizar fragmentos de los noticieros para partir del lugar que conocemos del barrio Marconi. La mayoría de nosotros no ha entrado nunca al barrio en persona, sino que se ha formado una imagen por lo que ve en los medios de comunicación. En general cuando la prensa llega al barrio es para cubrir hechos de violencia. No es lo único que pasa en el barrio, la gran mayoría es gente laburante que cae en la misma bolsa. También es nuestra intención reunir algunos archivos que dan cuenta de que la situación se está repitiendo cada tanto.   

Don Cony en Los Olvidados

Los olvidados en algunos aspectos nos hizo acordar a Aparte. ¿La tuviste en cuenta a la hora de filmar? ¿Tomaste algún documental como referencia?

Por supuesto que la tuve muy en cuenta, en la temática y en el tratamiento. Luego el punto de vista y las intenciones son personales e intransferibles, está claro. Conocemos a Mario Handler de la FIC, donde ha formado una escuela del documental humano. Fue docente nuestro, hoy tenemos el gusto de trabajar con él en el Departamento de Medios y Lenguajes Audiovisuales de FIC donde es uno de los docentes de grado más alto. Pero también también hay otros documentales que han sido de inspiración como Desde Adentro de Vasco Elola y El Chico Ferry de Federico Beltramelli, ambos retratan ese otro Uruguay, poco trabajado por el cine de ficción.

 

¿Por qué la decisión de darle cámaras a los personajes? ¿Cómo fue la selección de ese material?

Tanto Don Cony como Kitty ya venían manejando cámaras desde 2011, por lo que fue parte de un proceso natural de acercamiento a la herramienta audiovisual. También como forma de retratar la vida en el Marconi de primera mano, contada por sus protagonistas. Pero existen antecedentes a este recurso que ya fue utilizado en Aparte o en Cometas sobre los muros de Federico Pritsch.

 

¿En qué momento decidís incorporar a los vecinos del barrio?

En el momento en que descubro la cantidad de omisiones tan flagrantes por parte del Estado para con la gente del Marconi. Hacía 3 años que venían pidiendo que se regularice el agua potable y OSE no lograba brindar un servicio que ofrecen desde hace décadas a tres cuadras de distancia. Son cosas que me indignaron a mi que soy de afuera, imaginate el nivel de resentimiento que hay entre los vecinos. Me pareció que había que visibilizar el tema, más allá de que el documental terminara en un relato coral y no tan centrado en Don Cony.

Afiche de Los Olvidados (2018)

¿La película tiene una intención política o te parece que se para desde otro lugar?

La película no tiene trasfondo partidario de ningún tipo, pero claramente tiene una intención política, la de mejorar las condiciones de vida en el Marconi. Pero también en Casavalle, en el Borro, 40 semanas y tantos otros barrios de nuestro país conocidos por hechos de violencia pero que comparten problemáticas estructurales igual de graves. Queremos aportar algunos documentos a la discusión con la esperanza de que se tomen medidas concretas a nivel político.

 

¿Cony y Kitty estuvieron presentes durante la etapa de montaje de la película? ¿Cuál fue la reacción de la gente del barrio que la vio?

El proceso de montaje duró dos años, fue bastante largo y se fue dando en paralelo mientras  filmábamos. Ellos fueron viendo cortes que fuimos afinando, hasta llegar a la versión final.

La reacción de la gente del barrio hasta ahora es de gran orgullo por verse en una pantalla grande desde un lugar dignificante. Resulta bastante movilizante para los vecinos porque los que aparecen son todos conocidos. No son tantos los que la han podido acercarse al centro de la ciudad para verla. Por eso de a poco se las estamos acercando. El 8 de junio habrá una proyección gratuita en el Complejo S.A.C.U.D.E que es a unas cuadras del barrio y en el segundo semestre queremos llevar una pantalla inflable mismo a la esquina de Aparicio Saravia y Enrique Castro, veremos si podemos confirmarlo.

 

Usaste el mismo titulo que la película de Buñuel, y si bien tienen algunos puntos en común, los objetivos y resultados son distintos ¿lo tuviste en cuenta al momento de decidirte por ese nombre?

Lo tuve en cuenta, pero no fue algo que pesara en la decisión. Obviamente que la película de Buñuel tiene que ver porque retrata un barrio marginal de Ciudad de México en la década del 50. De alguna manera estos son nuestros olvidados, los que viven sin agua, luz, calles ni trabajo. Y después no podemos entender como alguien se ve obligado a ganarse la vida como sea, también delinquiendo. Es una verdad que no queremos ver, no queremos atender a las causas, nos quedamos con el titular de hoy sobre la inseguridad.

El título se vincula también a la relación que han generado los medios hacia Don Cony, que ya sabe que tiene 30 segundos de fama cuando hay violencia en el barrio, no lo llaman por su música y a la semana se olvidan de él y todo vuelve a la normalidad. A levantarse a las 4 am para ganarse la vida laburando en mantenimiento.

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