NO VIAJARÉ ESCONDIDA (2017)

La vida de Blanca Luz Brum, una agitadora política

Agitadores políticos han existido y existirán siempre: Brutus levantándose contra Julio César, Ludovico contra Juan XXII, Juana de Arco contra los ingleses, Emmeline Pankhurst contra el electorado británico, el Che Guevara contra la derecha americana, es sólo nombrar algunos. Sin embargo, deben haber pocos tan cambiantes como Blanca Luz Brum, la protagonista de este documental. Esta poeta uruguaya pasó de impulsar la izquierda radical a la derecha radical. Pasó de apoyar a el Partido Comunista Uruguayo a defender el régimen de Pinochet.

Pablo Zubizarreta narra la historia de esta poeta, agitadora, femme fatale, una diva rebelde digna del libro de Cristina Morató. Una joven que a los 20 años ya era viuda con un hijo. Una mujer que debió transitar las turbulentas aguas de la sudamérica de los años 30 y 40. La obra endiosa la imagen de Blanca Luz, convirtiéndola en la autora intelectual del 17 de octubre de 1945 (acto fundacional del Peronismo), en la acuñadora del “Braden o Perón”, en la pareja del mismísimo Juan Domingo, en la rebautizadora de la isla Juan Fernández como Isla Robinson Crusoe y en la ejecutora de la Fuga del Siglo. Estuvo en todos lados, se codeó con los ilustrados izquierdistas y para nosotros, amantes del cine, es una pena que no se mencione que compartió charlas con Sergei Eisenstein (El Acorazado Potemkin, 1925). No digo que ella no haya hecho esas cosas, pero fue conocida por manipular los hechos y muchos de esos logros son más un rumor popular que hechos concretos. El documental se detiene en explorar su carrera como encargada de prensa de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social y con ello su relación con Perón. Aún así, decir que ella podría haber sido una Evita me resulta una mera exageración y las ideas de que ambos fueron amantes una simple forma de sacarse cartel dentro de la política. En otras palabras, creo que la película se centra en unos pocas impresiones y “se dice que” para pintarla como una posible amante de Perón.

Fuere como fuere, Zubizarreta logra no solo mostrarnos una activista cuya blanca luz se fue extinguiendo con el pasar de la historia sino que nos presenta una mujer valiente, una luchadora, una mujer que cambia sus ideales, que arriesgó todo para ayudar a fugar a un compañero de partido y luego vivió en el exilio. También se hace presente otra faceta de esta controvertida escritora, una madre que se desvive por conseguirle un buen pasar a sus hijos. Así es como se vio obligada a pasar de marido en marido para poder brindarles comida y educación y, que por eso, tuvo que soportar distintas penurias. Siempre necesitada de alguien que pudiese mantener a sus hijos, su primer marido fallece, el segundo la maltrata y el tercero la abandona por sus ideas radicales.

La obra mezcla el registro documental con escenas ficcionalizadas donde se recrean anécdotas relatadas en los escritos de la poeta. Esto le recuerda al público que ella efectivamente era una escritora, por más que su faceta política sea más recordada e, incluso, mucho más interesante. Zubizarreta dirige las escenas ficcionalizadas de un modo muy versátil, con una fotografía que hace un correcto uso de los claroscuros y una dirección de arte con atención a los detalles de época. La puesta en escena minimalista recuerda por momentos a la de Dogville de Lars Von Trier (Melancholia, 2011). Es destacable el hecho de que estas recreaciones muchas veces están ejecutadas en un único plano secuencia que se sostiene una gran cantidad de minutos, con movimientos de cámara fluidos. De no ser por esto, quizás esos relatos en off de los poemas serían un martirio para el espectador, aún con la elocuente narración de Mercedes Morán. Estas escenitas cuasi teatrales dejan entrever un auspicioso futuro para Zubizarreta, de querer incursar en el mundo de la ficción.

Las escenas ficcionalizadas tienen una fotografía tan destacada con su luz artificial, y juegos con claroscuros que eclipsan la muy linda fotografía que tiene el resto del documental que muchas veces no está en situaciones tan controladas. A su vez, se incurre en un exceso del uso de las siluetas, ni Roger Deakins se animó a tanto. Es una pena que el uso de estas recreaciones se utiliza mucho en la primera mitad, pero cae en desuso con el pasar de los minutos hasta desaparecer completamente en el tercer acto. Lo mejor hubiese sido utilizarlas como un recurso más constante a lo largo de la obra.

Quizás la obra peca de querer incluir demasiada información, haciéndose por momentos un poco tediosa. Sobre todo por querer incluir su carrera de escritora que honestamente queda totalmente opacada por su actividad política la cual fue más trascendente y atractiva. Finalmente, hubiese sido interesante que se le diera un poco más de importancia a su labor para el régimen de Pinochet de modo de lograr una dicotomía bien marcada entre ambas facetas de su vida política.

En fin, la obra logra su cometido de traer al siglo XXI a esta agitadora política, esta mujer que se hacía valer enfrentándose a quien debiera enfrentarse. Esta madre que se desgarraba por sus hijos. Uno puede estar de acuerdo o en contra con su forma de llevar su vida y sus ideales, pero es un personaje digno para estas épocas de cambios sociales que se transitan. No se si sería una “mierdita” como la llamó la crítica de arte Raquel Tibol, pero sin duda era una «pastelera».


Título original: No viajaré escondida / Año: 2017 / Duración: 112 minutos / País: Argentina – Uruguay / Dirección: Pablo Hernán Zubizarreta / Guión: Juan Pablo Young / Fotografía: Miguel Caram – Pablo Hernán Zubizarreta – Enrique Sorkin – Martín Sapia / Intérpretes: Mercedes Morán – Valeria de Luque

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