Migas de Pan (2016)

Hoy fue anunciado que Migas de Pan será la película que represente a Uruguay para la próxima edición de los premios Oscar. Todavía en cartel, la película puede ser vista en cines Life, GrupoCine y Movie.


La película de Manane Rodríguez trata sobre Liliana Pereira (interpretada por Justina Bustos y por Cecilia Roth), una joven que a raíz de su lucha contra la dictadura es secuestrada y apresadaen el Regimiento de Caballería n° 14 y en la Cárcel de Punta de Rieles, donde la torturarán y violarán sistemáticamente junto a otras mujeres y hombres.Hablar sobre esta película es difícil, lo delicado del tema hace que elegir las palabras no sea tarea fácil. Aun así, el objetivo es encontrar los pros y contras de una película sensible como lo es Migas de pan.

El plano que da inicio al film muestra, a través de una reja, una iglesia (donde luego sabremos que se casará el hijo de Liliana, Diego). La cámara que muestra la iglesia y la ceremonia es inestable: se mueve constantemente. El temblor, que está presente en la mayor parte de la película, ya nos sitúa en un lugar de incomodidad: no habrá lugares ni posiciones seguras en esta historia, no habrá estabilidad ni tranquilidad. Este concepto (el de la inseguridad) se desarrolla y mantiene, sobre todo en las secuencias que refieren al encierro de las protagonistas. Uno de los mejores momentos se da cuando una de ellas es liberada, vemos a Gloria pasar reja tras reja hasta llegar a los brazos de los familiares que la esperan fuera. La cámara persiste en el temblor y se mantiene alejada del momento de libertad: nosotros quedamos recluidos todavía. Sentimos la impotencia, lo cual nos devuelve al momento inicial, todavía seguimos mirando a través de las rejas, todavía hay impunidad. En ese momento, escuchamos las voces de las mujeres que tararean la canción “Palabras para Julia”. Canto desafinado y tierno que provoca lo que busca: escalofríos.

El comandante al mando del Regimiento n° 14 tortura a los secuestrados musicalizando la situación con una cumbia muy bailable. La disonancia entre lo entretenido de la música y lo terrible que está sucediendo lo hace siniestro, y (si es posible) más repugnante. La aparición de esa música (acompañada por gritos) significa el peligro inminente. Todas las secuencias de reclusión, tortura y violación en el Regimiento se caracterizan por una fotografía oscura y cruda, los colores son opacos y sucios. La gente que está allí se caracteriza por ser un cuerpo/objeto y nada más. A su vez, la película denuncia la situación de la mujer tanto en el presente como en el pasado: evidencia los tildes sociales, los límites que se ponen, las expectativas y la discriminación.

Hay diálogos forzados e innecesarios. Algunas cosas se comunicarían mejor con el silencio, momentos en los que los personajes explican cosas que ya se entendieron, o que se sentirían más si se comunicaran a través de la imagen y no del habla. Por ejemplo, cuando Liliana mira por la ventana de la cárcel esperando que entre las visitas se encuentre su hijo de dos años. Cuando ella hace eso, nosotros sabemos a quién está buscando y qué siente cuando no lo ve, no es necesario que le explique a Gabriela que su madre no se digna a traer al niño.

Es una película de denuncia y protesta. A través de ella, la directora busca cierta justicia pendiente.

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