Volver a ver Memorias

Volver a ver Memorias del subdesarrollo (1968) es un placer que te recorre el espinazo.  Primero por su historia, que es en realidad cómo está contada.  Es que Sergio se convertiría en un personaje icónico de su tiempo y su sociedad. Pero no sólo aquella sociedad: también la de hoy. Parecería un guiño del destino desde su inicio (¡y cuando digo «inicio» es desde los créditos!). Comienza la música y los cuerpos bailando. Ya no hay vuelta atrás. Explícame Sergio, ¿qué hay de malo en el subdesarrollo?

No es que sean pocas las denuncias que desde el uso descarnado de la sátira y el humor popular surgen de la película, mezclando un montaje inteligente, intertextualidad, ramificaciones varias de un argumento literario perspicaz y honesto… Tan honesto que  todavía duele. Basada en la novela de igual nombre, del escritor cubano Edmundo Desnoes publicada en año 1965, el film relata la vida de un burgués que tras el triunfo revolucionario de 1959 en Cuba decide quedarse en la Isla y vivir el proceso “incierto” que se avecinaba. Quiso ver para creer. De ese modo inicia su periplo por una ciudad que por momentos lo ahoga, sin reconocerse en ella y su gente, queriendo ser europeo en una isla subdesarrollada del Caribe y en plena transformación social.

Para hilvanar su historia Gutierrez Alea usa recursos narrativos que parecen heredados de la nouvelle vogue y el neorrealismo italiano. Mas “influencia” no significa “copia”, porque no es lo mismo Europa que América. De eso se mofa con fino sarcasmo y guiños que van desde la paloma de Picasso (nunca colocada) y que es muy cómodo eso de ser comunista y millonario en París; a el propio director apareciendo y hablando de un filme que hará usando un collage de imágenes; o el momento cumbre donde el personaje interpela desde el público a su creador (Desnoes) y le pregunta: ¿Y tú qué haces allá arriba con ese tabaco? Debes sentirte muy importante porque tienes mucha competencia. Fuera de Cuba no serías nadie. ¡Quién te ha visto Eddy y quién te ve Edmundo Desnoes!

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Esa estructura de imágenes que se yuxtaponen sin aparente conexión, a partir del relato en off del personaje que va debatiéndose con su entorno, su pasado, presente y sobre todo su futuro, connotan la película de un tipo de discurso donde el espectador debe participar del proceso constructivo. Sergio mira a cámara y sientes que te habla. ¡Sí, a ti mismo que desde el otro lado lo vez! Y se vuelve un ejercicio del intelecto donde la historia no es más que un pretexto para la crítica; y el montaje así lo refuerza. Gutierrez Alea usa  fragmentos de sonidos e imágenes de archivo documental, haciéndolos elementos activos que inciden sobre los personajes y las relaciones que se establecen entre ellos. Cadáver exquisito. Así de fino es el límite. La historia “oficial” es satirizada desde la cotidianidad. Y el llamado en su momento  Paris del Caribe baila desenfrenada al ritmo de Pello el Afrocán y: ¿Dónde está Teresa, Teresa. Dónde está Teresa, Teresa..?

Una ciudad que trasluce un país en estado de podredumbre es la mirada subjetiva de su protagonista. Sus monólogos interiores mientras realiza acciones en apariencia intrascendentes (porque con Sergio nada es por gusto) son la encarnación de una clase social que se revela al cambio. Desdeña a sus semejantes catalogándolos de imbéciles y cretinos. Pero también a la Revolución por ser ilusos y subdesarrollados,  una condición de atraso sobre la que discursa desde su posición autosuficiente y distanciada que no se reconoce parte natural de la misma.  Me agrede sin un ápice de culpa y logra que lo ame por ser tan cruel y sincero. Pero Sergio camina al despeñadero. Sus diálogos y acciones van de la resistencia a la derrota. Y no le importa llegar a casarse con Elena para complacer a la familia de ella. Tampoco protesta ante la posibilidad inminente de una guerra nuclear con consecuencias impredecibles para el mundo. Él prefiere refugiarse manoseando a la Venus de Boticcelli en un libro, encerrado nervioso en el confort de su casa. El mar rebelde lo aplasta mientras camina por el malecón habanero.

Ahora te hablo yo, querido Sergio. Hace mucho nos dijiste: (…) Cómo se sale del subdesarrollo. Cada día creo que es más difícil. Lo abarca todo. ¡Todo! ¿Y tú que haces aquí abajo, Sergio? ¿Qué significa todo esto? Tú no tienes que ver nada con esa gente. Estás solo. En el subdesarrollo nada tiene continuidad, todo se olvida, la gente no es consecuente. Pero tú recuerdas muchas cosas, recuerdas demasiado… No eres nada, nada. Estas muerto. Ahora empieza Sergio, tu destrucción final. Ahora respondo yo: por el contrario, ahí comenzó tu verdadera Historia.

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