EN CONTRA: ROSLIK Y EL PUEBLO DE LAS CARAS SOSPECHOSAMENTE RUSAS

Por Andrea Pérez y Flavio Lira

Roslik y el pueblo de las caras sospechosamente rusas, genera más tristeza que rabia. Tristeza por tener una historia tan rica, tan llena de lugares para explorar y que en última instancia no explore ninguno a fondo.

La película continuamente genera una instancia dónde aparecen películas posibles y que no fueron, que quedaron sepultadas por la aparente falta de enfoque. Por ejemplo, la historia del hijo de Roslik, Valery: su ausencia paterna, su lejana toma de consciencia de la historia con la que debe cargar. También, la historia misma del pueblo, de esa fisura política creada por la intervención militar, grieta que se anuncia a través de diálogos, pero a la cual nunca vemos expuesta más allá de un par de imágenes de archivo. También, el conflicto entre Mary y Valery está desaprovechado. ¿Qué le sucede a Valery con esa mochila simbólica que debe cargar? ¿Qué vínculo mantienen después de haberse quedado solos el uno con el otro? ¿Cómo fue para Mary criar a su hijo sola? Hay un montón de preguntas perdidas en torno a esa relación.
Cada espacio al cual refiere la película promete una profundidad a la cual no tenemos acceso: el hogar de ancianos, la política de San Javier, el centro cultural Gorki, la banda de metal de Valery. La película termina siendo una narración histórica y un popurrí de aspectos que orbitan alrededor de Roslik, pero que al final no nos dan una imagen precisa de la situación que vivió y vive su familia. El tono de la película es calmo y, de a momentos, tierno, pero la falta de solidez la aniquila. Son tantos los aspectos que decide incluir que no hay tiempo para observarlos con la atención que merecen.
Las animaciones son lo mejor del film. Generan un clima que nos devuelve más sobre San Javier que las filmaciones del propio San Javier. Generan una atmósfera, y hablan desde lo visual. La paleta de colores, las líneas y el silencio proponen la calma de un pueblo tranquilo. Cuando llegan los camiones, el ruido, el humo y las figuras negras, son algo amenazador que inquieta, incluso si no sabemos quiénes son y qué van a hacer. En esos instantes es que Roslik utiliza la imagen como imagen para contar, y no como texto.
Roslik, su viuda, su hijo y los habitantes de ese pueblo extrañísimo, parecen contradecir la misma materia cinematográfica que estamos viendo, y hacernos pedir más de la película. Decidir qué contar y qué queda afuera es fundamental, elegir y priorizar: acá vemos bocetos de piscologías, bocetos de vidas. Ante la gigante cantidad de cosas para contar, Roslik termina abordando todo de forma más bien superficial, lo que significa que termine contando poco y nada.


Título: Roslik y el pueblo de las caras sospechosamente rusas / Año: 2017 / País: Uruguay / Producción: Raindogs, El camino / Género: Documental.


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