APUNTES SOBRE DUNKERQUE (2017)

Es conocida la predilección del director Christopher Nolan por emplear formas discursivas intrincadas y laberínticas. Para eso pone en juego su opulenta ingeniería visual, dando rienda suelta a su gusto por la manipulación arbitraria del orden y los tiempos de la historia, intentando llevar al espectador de forma unívoca por sus caminos y acertijos.

Las alteraciones en el tiempo y el relato fragmentado a modo de puzzle, ya estaban en su primer largometraje, Memento (2000), que entreveraba los tiempos antojadizamente para hacer pasar a una historia simple por algo complejo e importante. Incluso como ejercicio audiovisual ya era demasiado pretencioso.

La estructura del relato ofrece una historia principal simple y concreta que consiste en la espera de más de 300.000 soldados británicos por ser evacuados de las playas del lugar que dá título a la película antes que el enemigo los alcance. A esto hay que sumarle una alteración temporal, en la que se relata un momento decisivo de la operación de rescate en la que los aviones aliados tienen un rol preponderante.

Nolan decide mostrar la peripecia de los pilotos mientras atacan aviones enemigos desde tres puntos de vista diferentes, que se narran en tres espacios temporales distintos, y que se corresponden con los tres niveles en los que se desarrolla el conflicto: tierra, aire y mar.

El carácter omnipotente y manipulador del director de Batman begins (2005) se hace visible en numerosas secuencias de acción cargadas de un suspenso inquietante, pero que por reiterativas terminan siendo maniqueas y/o acumulativas, en el mejor de los casos.

La ausencia de rostros visibles de los soldados alemanes es otra decisión radical. Hay apenas unos planos en movimiento, y desde muy lejos de los aviones nazis. Los disparos y bombas del enemigo vienen siempre desde fuera del cuadro, se materializan ante el espectador de forma repetida desde el sonido apabullante de los efectos, y de un trabajo rítmico de encuadres que generan asfixia. Si bien no es nada nuevo, el trabajo de mantener la presencia del enemigo en su ausencia está por momentos muy logrado. La secuencia en que un grupo de soldados se refugia en un barco encallado en la playa a la espera de la subida de la marea, donde las balas enemigas van de a poco llenando de agujeros el casco de la nave, es -junto con la muy elogiada escena inicial donde compartimos miedo y desorientación a la par de los combatientes-, de lo mejor del film.

El poderío visual y el nervio impuesto en las escenas de pura acción física son notables, agigantado por el trabajo de edición, que además juega un rol decisivo en la narración de la historia. Como señalamos, el relato posee alteraciones en el tiempo, evidenciadas de una forma poco usual en el cine comercial.

Dentro de la puesta en escena cobra un peso importante la geografía del lugar y las condiciones climáticas. Las vistas de la playa vasta y empinada son solo una de las tantas dificultades por superar. La continua pelea de botes, barcos y destructores contra un incesante mar bravío es uno de los duelos dramáticos más interesantes que plantea el film.

En las escenas correspondientes al aire, arriesga con una estética plástica decidida a reflejar la distancia, que es mayor que la física, de la tarea que llevaban a cabo los pilotos de las fuerzas aéreas con los miles de soldados apostados en tierra firme. Para ello apela a unos colores dominados por el alto brillo,  las tonalidades ocres y a la fuerza pura de la imagen, dejando de lado la palabra. También es cierto que por momentos se acerca mucho al paisajismo preciosista y vacío.

El trabajo del sonido es un gran aliado para la sensación de inmersión dentro del campo de batalla que propone el director. El ruido ensordecedor de las bombas y sus consecuencias se conjuga con los silbidos de proyectiles de todo calibre y el abrumador ruido de los motores de los bombarderos aéreos. Pero son también los fierros vencidos y las explosiones dentro de los barcos civiles y militares, en algunos casos usando la subjetividad de la cámara, las que amplían la sensación de claustrofobia, desorientación y pavor, que generan la tensa espera.

Al margen de estos logros, también se notan excesos, en especial con la música del prolífico Hans Zimmer, que si bien no es omnipresente, cuando aparece lo hace con demasiada fuerza, al igual que el efecto de sonido de un reloj tic tac que subraya innecesariamente las urgencias de cada momento.

Los minutos finales ganan en pretendida emotividad y se apuran demasiado los destinos de varios de los protagonistas. Ilustrado con un montaje ágil de varias secuencias paralelas unidas por una voz en off que se hace notar demasiado, en especial por lo poco hablado del resto del relato. Las palabras más «importantes» son dichas por el comandante interpretado por Kenneth Branagh, convertido en protector de miles y fiel representante de la política de Mr. Churchill. Esto se vuelve un tanto sospechoso, ya que a lo largo de casi todo el film se evita cualquier alusión de patriotismo barato y sin embargo se hace fuerte el discurso del sacrificio de uno, o de unos por el de otros, y el heroísmo no tiene porque siempre terminar bien, pero es de hombres intentarlo, alguien lo debe hacer, en fin.

Está claro que el realizador británico está mucho más interesado en la estética y en su forma discursiva que en los hechos  o en los dramas humanos que aparecen en sus films.

Aquí lleva esa opción un poco más lejos optando por la ausencia de personajes arquetípicos que lleven en sus espaldas el protagonismo de las acciones. Ya se ha visto en el cine bélico films en donde se elige dejar en el anonimato al enemigo, en favor de generar una sensación de igualdad de condiciones y una idea de desconcierto y caos. La delgada línea roja (1998) de Terrence Malick es un referente ineludible en el tema, pero su camino llevaba a profundidades filosóficas y reflexiones universales muy alejadas de las inquietudes de Nolan. Los personajes son aquí, como nunca, soldaditos de plomo para distribuir en el mapa según las antojadizas decisiones del director.

Nolan se propuso engendrar una película que subordine los personajes y la propia historia, siendo finalmente él el único y omnipotente responsable y gran protagonista del asunto.


 

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