BAFICI 2016

Apuntes

Paso el BAFICI por Buenos Aires y Soledad Castro fue nuestra corresponsal en la otra orilla. A continuación el texto que recoge su experiencia.


Cine, política y otra vez cine.

Si hay algo que logra el Bafici cada año es armar revuelo en la Ciudad de Buenos Aires. El festival cosecha odios y amores, provoca discusiones, revuelve el caldo de la intelectualidad vinculada al cine y despierta pasiones de todos los colores. Este año hubo estreno de director artístico; Javier Porta Fouz contó con el doble de presupuesto del año pasado y se dio el gusto de traer a grandes figuras internacionales como Peter Bogdanovich, Michel Legrand o el portugués Paulo Branco. El festival se desplegó por la ciudad con más de 400 películas en diez días y la venta de entradas superó todos los récords de años anteriores.

Su anfitrión Darío Lopérfido, Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, enfrenta en este momento el desprecio de amplios sectores de la cultura y los derechos humanos por sus polémicas declaraciones, que incluyen haber afirmado que en Argentina no hubo treinta mil desaparecidos y que esa cifra “se arregló en una mesa”. Por esta razón algunos grupos se organizaron para intentar boicotear el festival, pero lo cierto es que fue una acción débil en contra de una gestión concreta que permitió el disfrute de miles de personas y que, mal que nos pese a los que disentimos con la política macrista, fue realmente impresionante. Esto termina siendo una realidad digna de festejo, porque el BAFICI está financiado con el dinero del estado y pertenece a sus ciudadanos, más allá del signo político que tome en cada entrega. Además, por su condición independiente, se encuentra tomado por un cine donde el pensamiento político y el espíritu crítico suelen ser un ingrediente básico. De hecho La larga noche de Francisco Sanctis (Argentina, 2016), película ganadora de la competencia internacional, se refiere a hechos sucedidos en la última dictadura cívico militar.

Secciones y competencias.

El festival cuenta con un montón de secciones y competencias, lo que vuelve inabarcable cualquier cobertura completa. Competencia Internacional, Competencia Argentina, Competencia Latinoamericana, Competencia de Vanguardia y Género, Competencia de Derechos Humanos, Competencia de Cortos. Una barbaridad. Luego las secciones que incluían agrupaciones temáticas como películas sobre comida, arquitectura, música o “coming of age”, entre otras como las premier de películas de directores independientes de todo el mundo, películas de animación, películas al aire libre, homenajes a actores, actrices y directores y un montón más de posibilidades y propuestas para todos los gustos. En las colas para las salas, casi siempre llenas, se veía gente completamente diversa, interesada por películas que nunca se van a estrenar y que de otro modo sería imposible ver en el cine. Las entradas oscilaban entre 25 y 35 pesos argentinos.

De todo para todos.

El festival es un lugar muy importante para la industria del cine argentino. Es un espacio donde actores, productores, directores, estudiantes, técnicos y críticos se ven las caras, se cuentan los proyectos, descubren afinidades o nuevos desafíos. Asistir al festival se relaciona además con el estudio de lo que está pasando en diversos lugares del mundo, de cuáles son las nuevas pinceladas que se encuentran en muchos tipos de cine diferentes, tanto en los nombres consagrados como Gondry, Ira Sachs, Avi Mograbi, Claire Simon o Spike Lee como en los cientos de directores jóvenes que se encuentran experimentando nuevas formas, como el caso de la película israelí A magical substance flows into me (2015), donde Jumana Manna logra una estructura completamente inusual para ensayar un documental de una profunda hondura humana sobre la música árabe y judía.

El Festival alterna ese viaje por las películas de directores reconocidos, con funciones de cine de artes marciales, cine japonés clase b (no saben lo que es la última de Sion Sono) y un documental al aire libre sobre el primer Michael Jackson donde terminamos todos bailando bajo la lluvia, más películas porno, musicales, animaciones para niños y adultos, y la última del gran Johnnie To. En otras palabras, es imposible entonces no esperar el Bafici todo el año y asociarlo con la luz del otoño, la más bonita de una ciudad cinéfila.


Por SOLEDAD CASTRO


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