Oleg y las raras artes en el DocMontevideo

El pianista ruso Oleg Karavaichuk, protagonista de Oleg y las Raras Artes.

Hoy a las 21hs, en el marco de DocMontevideo en la Sala Zitarroza, se exhibe Oleg y las raras artes. Un documental muy valioso.


Oleg sale por una puerta que mide tres metros más que él y se acerca a la cámara por un pasillo largo. Se para a unos metros y empieza a explicar cuán cansado se siente al atravesar las montañas de nieve para llegar al museo Hermitage, desde la estación de metro más cercana. Detalla todo el trayecto. Tiene que atravesar una avenida, luego un canal, un puentecito, un patio enorme y algún obstáculo más. Oleg dice esto con 88 años. Pero enseguida recula, y dice que al entrar al museo sucede un milagro extraordinario. “Te vuelves a sentir descansado y en paz”. Explica con su voz a veces grave y a veces aguda. Después Oleg se pone a tocar el piano y el mundo tiembla.

Oleg Karavaichuk, fallecido a mediados del mes pasado, era el único que podía tocar el piano que dejó el Zar Nicolás II en el Hermitage. Pero al escucharlo (tocar y hablar) muy lejos está de ser solamente una especie de muerto vivo quedado en el tiempo, reivindicador de tiempos pasados o algo que se le parezca. El documental, hecho por un venezolano radicado en España, Andrés Duque, es un homenaje a un maestro, pero sobre todo es un homenaje al espíritu rebelde de un viejo, que tiene más para decir que una generación entera de jóvenes fanáticos de Deadpool. Rebelde para decir que está feliz de que el clásico este muriendo, rebelde para decir que no entiende porque Putin no fue a los festejos por los 250 años del Hermitage, rebelde para decir que la fruta en el mercado ya no tiene olor a nada y que la gente perdió el alma, rebelde para decir que todo lo que se necesita para estar vivo es sentarse en una silla y contemplar el horizonte de la historia.

Lo que tiene de magnético Oleg, además de su figura sinuosa y muy flaca, su boina y el pelo largo, es que sabe de lo que habla. En un momento compara los productos de los invernaderos de Holanda con el arte actual. A propósito dice que está aburrido de las consonancias en la música, del mundo cómodo y fácil y a fin de cuentas idiota. (Él no necesita ponerse a insultar siquiera). Oleg defiende lo raro, lo disonante, lo que no está para complacer el oído de nadie, el arte verdadero. Su idealismo es casi irrisorio, pero al mismo tiempo hermoso y necesario. Y aún más magnético resulta cuando empieza a dar razones a todo lo que hace con el piano, que no sé si es algo que se puede explicar en palabras. Pero él como puede lo intenta aunque a veces parece que no le alcanzara el idioma. Y de a poco el relato de la película, contado en largos planos secuencia, con un montaje interno casi nulo que no interviene ninguno de los significados que las imágenes proponen, se va adentrando en la cabeza sensible de Oleg a través de esa melodía constante que repite el piano sin partituras (él toca de memoria o escribe mientras toca) o su voz melodiosa, para convertirse al final en el gran relato de un abuelo sabio que para suerte de todos ha sido congelado en el tiempo, y con él sus ideas contra culturales y renovadoras sobre el mundo, y la importancia vital del arte.


Título: Oleg y las raras artes. Dirección: Andrés Duque. País: España. Año: 2016.


 

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