MISIÓN NO OFICIAL (2017)

La celebración

Toda obra o producción surge de un contexto determinado que la condiciona y la vuelve, de alguna forma, un reflejo de su tiempo. Esto vale especialmente en el caso que nos ocupa, ya que los principales atractivos (léase «ganchos») de Misión no oficial se encuentran, de alguna forma, en elementos extra-cinematográficos.

La notoriedad de su productora, Pardelión, comienza con videos virales hechos a partir del mundial 2010: fueron los responsables del Martes Feriado con Luis Suárez y la broma a los argentinos de «43 millones hinchando por Uruguay». También son los responsables de la serie de sesiones musicales Pardelion Music.

La aprobación de la ley de la marihuana fue razón de la humorada que da origen a este proyecto: una cámara oculta -el punto de partida de esta película- en la que una farmacia ofrecía brownies de marihuana para posicionarse en el incipiente mercado legal. Misión no oficial, a su vez, se estrena cuando las farmacias ya están vendiendo el producto, momento en que el hashtag de Twitter #marihuana es trending topic local.

Más allá de las bromas, lo real se explota por momentos con inteligencia. Por un lado, al aprovechar lo que dejó aquel momento de popularidad para nuestro país a nivel internacional, capitaneado por la figura del ex presidente José Mujica que –con aquello del presidente más pobre del mundo, el fusca, y la perrita con capacidades diferentes– logró conmover y captar la atención de los medios y dejar un amplio registro audiovisual en la prensa y otros ámbitos. La película utiliza ese extenso material de archivo con imaginación, por ejemplo en las conversaciones telefónicas entre el ex mandatario y el protagonista, Alfredo, interpretado por Denny Brechner (ideólogo, co-director y co-guionista). También, el hecho de que el gobierno uruguayo aprobara un proyecto donde se hace cargo de la producción y distribución de la marihuana brinda premisas explotadas por la ficción con más o menos astucia. Se presenta un Uruguay con la ley de marihuana aprobada pero colapsado por la falta de abastecimiento (que al fin y al cabo es lo que pasó).

El protagonista, un farmacéutico llamado Alfredo (el mismo personaje de la cámara oculta) se ha hecho célebre por adelantarse a la venta de cannabis al público en su farmacia familiar, hasta que cae preso. La posibilidad de su absolución se le presenta al ser elegido por el Pepe para viajar a Estados Unidos y solucionar el problema de abastecimiento del país. Con esta consigna los realizadores hacen caer a varios representantes de organizaciones norteamericanas (de las más serias a las más desquiciadas) que reciben a Alfredo como el presidente de la Cámara Uruguaya de la Marihuana Legal. Es una jugada que, más allá de algunos personajes pintorescos, no es demasiado graciosa si el espectador no es de esas personas que se sobresaltan de interés cada vez que un programa internacional nombra a nuestro país.

Sí funciona, en cambio, en los dos pasajes más graciosos (y arriesgados) de la película. En uno, la madre de Alfredo (Talma Friedler) come unos brownies sin saber que tienen marihuana y tiene una «bajada de presión» frente al embajador uruguayo en EE.UU. El «pegue» está muy bien actuado y guionado, al igual que en la escena de los Minions, cuando para encontrar latinos, los protagonistas se ponen a hablar con todas las personas disfrazadas de personajes emblemáticos en Times Square y que, de hecho, resultan ser latinos, cuyas reacciones oscilan entre la confusión y el miedo.

Talma Friedler es la madre de Denny Brechner en la vida real. Al margen de sumarle al juego de realidad-ficción, es un gran acierto en cuanto a la química generada entre los dos, su caracterización de burguesa veterana sin tapujos, la dinámica entre lo pautado y la espontaneidad, que son de las cosas más disfrutables de la propuesta.

Las imágenes avanzan entre cortes abruptos, interrumpiendo frases y acciones. La cuenta regresiva para la fecha clave se va contando a modo de diario de viaje, con apuros y anécdotas pintorescas. Esto le aporta una sensación de urgencia y vértigo que ayuda a sostener cierto ritmo, si bien la identificación con la historia, de argumento errático y desestructurado, depende demasiado de la complicidad campechana del espectador (preferentemente uruguayo).

Superando la mitad de la película comienza a desgastarse el recurso del simple gag cómplice, y los efectos de post producción. Se suma un tercer personaje, el jefe de policía de Montevideo. Lejos de aportar la frescura y el desparpajo que pedía el relato, el filme descompone la relación madre e hijo para delinear un desacertado policía, demasiado ataviado de clisés y supuestos costumbrismos bien orientales.

Para ese entonces, por lo tanto, el final de la película perdió inercia. El desenlace del disparatado plan de abastecimiento se resuelve de forma apresurada y con unas leyendas que dan cuenta de los resultados. El verdadero final tiene que ver con la colaboración de Mujica en la película; son abundantes las imágenes de los actores y responsables del trabajo junto a la figura del ex presidente, situaciones donde desborda la alegría y el agradecimiento hacia él, reforzando aquella idea de tipo sencillo, sabio y macanudo.

El esquema de promoción de Misión no oficial tiene algunas características particulares que no se habían empleado, al menos juntas, en ninguna película local. Se basó en lo que en publicidad se conoce como «campaña de expectativa», que es cuando se promociona algo haciendo hincapié en el secretismo de lo que será mostrado u ofrecido. De esta manera, se genera un suspenso extra que radica en la revelación de aquello oculto. Parte de ese secretismo giraba en torno a la participación del ex presidente, y lo que queda bien claro es que sin su colaboración seguramente no hubiera habido película.

José Mujica y la senadora Lucia Topolansky vieron el film en una exclusiva avant premier. Los directores contaron que ella se divirtió mucho y le gustó, pero que al Pepe le dejó sus dudas, rematando todo con la frase: «demasiada joda para un tema tan serio». Al margen de lo llamativo de todo esto, sin quererlo, los responsables del proyecto terminaron exponiendo lo accidentado y por momentos rocambolesco del derrotero de la ley y su aplicación, algo que hoy en día está más que claro a la luz de las dificultades serias que está sufriendo el plan.

Queda la sensación que, detrás de una movida promocional que contó con una cobertura mediática impensable para el resto de realizaciones nacionales, y detrás de la figura del ex presidente, no hay más que una lujosa broma a la que le queda enorme la pantalla de cine.

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1 comentario

  • Alejandra Parlamento dice:

    coincido con esta crítica, sobre todo con la frase final: la pantalla de cine le queda enorme a esta película uruguaya.

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