Los días con Ana

El reestreno de la semana

Los Días con Ana está cumpliendo 17 años. La película/vídeo está llegando a la mayoría de edad de la misma forma oculta y mínima cómo nació. Hecha con un presupuesto ridículo, entre amigos, filmada los fines de semana, por personas alejadas del medio audiovisual, es decir, por autodidactas, su modo de producción y su narración basada, derivada en esa producción de bajo costo, sigue vigente en un momento que el cine nacional pasó de ser  un territorio poco fértil, construido en base a intentos frustrados y operas primas a un lugar dónde las películas que el público destaca son alabadas por no parecer un estereotipo de “cine gris”, lo que sea que signifique esto.

El camino que inició Marcelo Beltramio con esta película fue el que en última instancia pudo generar a 25 watts y que tuvo su continuidad en las películas gestadas por Control Z. Un cine intimista, de historias pequeñas. El único antecedente reciente en ese momento era Una Forma de Bailar, de Alvaro Buela, pero sus códigos estéticos estaban más cercanos, sin ánimo peyorativo, a la estética televisiva argentina de mediados de los 90s. Bertamilio bebía más del cauce del cine independiente norteamericano, sobre todo de Kevin Smith. Nuevamente, un cine hecho por outsiders e inspirado más en el impulso creativo que en la mira a la posterioridad.

Sin embargo, el método de producción de Los días… tuvo pocos continuadores.  Quizás los chicos de Kamikaze (2014), quizás, de alguna manera, los últimos esfuerzos de Manuel Facal con Prysa. Es curioso que en un momento idóneo para la autogestión, para la búsqueda de formas narrativas basadas en los recursos que están a la mano, dónde alguien puede hacer una película con una cámara de fotos, una pared pintada de verde y un micrófono de computadora, este camino iniciado casi veinte años atrás parezca un tanto trunco.

Pero si las virtudes de la película quedaran solo por eso estaríamos hablando de un film influyente en su momento que ahora pasó a la semi oscuridad. Da la sensación que los films y creadores que Ana impulsó terminaron por taparla. Y no debería de ser así. No se había logrado escuchar diálogos que fuesen naturales hasta ese momento en el cine uruguayo. Ana, de hecho, tiene más que ver con la ruptura que estaba sucediendo en Argentina en esos momentos, con las primeras películas de Caetano y Trapero, que con el a esta altura primitivo audiovisual uruguayo. Beltramio demostró que era posible: 1-narrar una historia, 2-crear un universo creíble, 3-habitar ese universo con personajes redondeados y 4-hacerlo con muy poca plata y saliendo de la nada misma, sin ayuda de nadie que de él mismo y de aquellos que lo rodeaban.

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El viaje a la playa de los protagonistas, uno de los pocos momentos que salen del banco de la plaza.

Bertamilio utiliza mucho la elipsis. Acciones determinantes están fuera de campo, de la misma forma que el personaje de Murdock tiene su cabeza cortada durante todos los planos que ocurren en la plaza. Es una forma de aprovechar el poco espacio, el poco tiempo y el poco dinero y usarlo a su favor. Pero también es cuidar a sus personajes. Más allá de los chistes de barra de bar que hay en la película, hay también una gran sutileza y un gran cuidado, sobre todo en el personaje de Laura.

No hay muchos personajes gays en el cine uruguayo. Salvo los trabajos de Aldo Garay, exceptuando a El Cuarto de Leo (2009), quizás no haya mucho más y sobre todo no hay mucho cine hecho acá que trate a personajes gays con cariño y respeto. Tampoco estoy seguro que haya otro personaje lésbico más allá de Laura. Si fuese sólo por eso, Los Días…ya sería un film importante. Pero lo es más por la forma que la trata. Nadie la cuestiona ni se horroriza, salvo ella misma en relación a lo que siente por su mejor amiga. Todos los demás prefieren que sea ella quién sea la novia de Ana antes que el pelmazo que tiene como pareja. Es interesante que el énfasis narrativo cerca del final de la película sea la necesidad de esa visibilidad, de que Laura asuma primero y exponga luego lo que siente por Ana como forma de solucionar el conflicto que pone en marcha la trama.

Es interesante también como este punto fue virtualmente eludido por todos los críticos de cine de la época. Repasando las reseñas publicadas en el momento del estreno, los elogios están llevados a que finalmente había algo uruguayo que se parecía a una película y todo eso que escribí más adelante. Nadie (e incluso un crítico hasta señala sutilmente que al final, justo cuando la subtrama de Laura toma mayor importancia, que la película se “desbarranca”) habló sobre cómo una mujer lesbiana era retratada de forma empática por un director, y cómo eso era un progreso y algo a ser celebrado. Al mismo tiempo, algunos de esos críticos calificaban, en esos mismos años, de “Muy mariconas”  a películas cómo Felices Juntos (1997) y Velvet Goldmine (1998), al mismo tiempo que celebraban lo buena que estaba Demi Moore en tal o cual película.

Los Días Con Ana es importante. Tiene millones de defectos, pero todos ellos forman parte de su encanto. Es amateur y hecha con más ganas qué herramientas. Es un camino a futuro que todavía es posible. Es el tipo de películas que genera ganas de hacer películas, que hace sentir accesible el proceso demencial de entrar en un rodaje. Sólo por eso no deberíamos jamás olvidarla.

Nombre original: Los Días con Ana| Dirección: Marcelo Bertalmío | Guión: Marcelo Bertalmío| Fotografía: Daniel Machado | Montaje: Santiago Svirsky| Música: Marcelo Bertalmío  | Año: 1998/99| Elenco: Lorena Etcheverry, Javier Baliosián, Jorge Visca, Aiala Rosá. 74 minutos.

 

Los días con Ana se exhibe mañana sábado 11 en Cinemateca Pocitos (Chucarro 1036) a las 22:45 hs.

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