Lejos de ella (2015)

La Película del Festival #3

La vida no advierte sobre las consecuencias que tiene una decisión. Las decisiones críticas, que marcan el rumbo (o el ánimo) de una vida, no suelen presentarse con toda una dimensión (melo)dramática como en ciertas películas de Hollywood. Ocurren más bien de forma banal, como un pasaje trivial o lúdico dentro del desarrollo de una vida. Es el tiempo y su capacidad de poner todo en su sitio el que se encarga de resaltar un episodio y darle su verdadero crédito en la trama de la vida. El tiempo… o el cine. Para entonces, por supuesto, siempre es demasiado tarde.

En este caso la decisión fundamental es la de Shen Tao, una chica de un pueblo minero que conquistó el corazón de dos hombres, amigos de ella y entre sí. Uno es más engreído, con una riqueza en pleno crecimiento. El otro trabaja en una mina, más humilde y devoto. Cada uno le ofrece, sin decirlo, un futuro bien diferente. Esta disyuntiva es el eje del primer bloque de la película, ambientado en 1999 y presentado en un formato 4:3. La lectura «temática» donde cada uno de estos hombres representa el conflicto de la República Popular de China, que se debate entre sus tradiciones locales y un capitalismo angurriento y devorador, es mucho menos interesante que el sentimiento de los personajes y la misteriosa forma en que sus decisiones se afirman en elipsis, las cuales mantienen inciertas sus verdaderas razones. Del mismo modo, es menos interesante el «simbolismo» del río congelado en constante movimiento -como el tiempo-, que la atmósfera de ensoñación que ayuda a construir, y que de algún modo da lugar al accidente de avión que Tao presencia y que quizá representa, además de un sorprendente shock visual (como aquel ¿monumento? que salía volando en Naturaleza Muerta), la magnitud de la decisión que ella acaba de tomar y cuyas consecuencias no visualiza. Una atmósfera que tiene algo de fábula y que sobre todo se dibuja en la escenografía, el pueblo que se cae a pedazos alrededor de sus edificaciones tradicionales. Reverbera ahí tanto el lamento por una tradición olvidada como un presente que se deshace a cada instante. Un marco entre lo concreto y lo alucinante, que permite mostrar lo que, al fin y al cabo, no son otra cosa que recuerdos, instantes frágiles, siempre a punto de convertirse en polvo.

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Si el nacimiento de un nuevo personaje es lo que cierra el primer bloque (prólogo, de hecho), es la muerte y su inminencia lo que desata los sucesos del segundo. La muerte es aquí tan irrevocable como un hecho del pasado: como aquella decisión ocurrida de algún modo extraño y coherente en las elipsis. ¿Por qué ella lo eligió a él? ¿Fue por el dinero? No sabemos. No importa. La cuestión es que así fue y el trauma queda huérfano de alguien que lo resuelva. Y ningún giro melodramático vendrá a resolverlo.

Se construye como una negación del origen, un trauma evidente para el espectador, pero inconsciente para los personajes y que se termina de establecer en el hijo, hacia donde la narración se fuga, definiéndolo como protagonista de un último bloque ambientado en el 2025, en Melbourne, Australia, donde vive con su padre. Una especie de amnesia parece haber borrado sus recuerdos del final del bloque anterior, en los que aún de niño la madre le regala la llave de «su propia casa». Pero a pesar de esa «amnesia» algo perdura. Por ejemplo en su relación con la profesora de chino, mucho mayor que él y con la que experimenta un deja vu. Una falta cuyo origen está en el primer bloque, que concluyó en su gestación, y que de algún modo lo habita. Entonces termina de dibujarse una incógnita que la película despierta: ¿es posible sanar una herida emocional del pasado? Una herida de la que no somos conscientes, porque ni siquiera la vivimos…

La lectura «temática» donde el hijo representa a la juventud china actual que debe buscar su futuro y su libertad en ese presente sin una tradición u origen, representado en la madre, es mucho menos interesante que la forma en que todo el último bloque nos prepara para volver a ella, donde el trauma todavía vive y por eso, aunque las montañas puedan partir, algo perdura inmóvil en nosotros… Mejor dicho, aunque sea de una forma más lenta, triste o dolida, algo perdura en movimiento.

FUNCIONES:
Viernes 25 – 19.40hs. (Life 21)
Lunes 28 – 15.50hs (Life 21)

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