Guillermo Madeiro y Federico Borgia: La dicotomía entre brutalidad y delicadeza

Entrevista a los directores de Clever

Borgia y Madeiro durante una de las proyecciones internacionales del film

Desde hace dos semanas la película uruguaya Clever, de Guillermo Madeiro y Federico Borgia, está en la cartelera de cines de Montevideo. Aunque algunos exhibidores pretendan sacársela rápido de arriba, ya la vieron 2.000 personas, lo que asegura cierta permanencia en salas comerciales -al menos en las que ofrecen un trato justo a las películas. Esta lucha, por la visibilidad y la continuidad en el circuito cinematográfico, ya se hacía visible en esta entrevista que les hicimos la semana pasada, donde señalaban los pobres horarios ofrecidos por GrupoCine, y todas las dificultades de esta etapa, la última de un largo recorrido. Tan largo que sólo puede sostenerse en base a convicción y confianza en las ideas propias. Una convicción que se lee entre líneas en todas sus respuestas. Por eso, cuando una compañera nos comentaba en Facebook, llamando la atención sobre cómo los directores uruguayos «seguían haciendo películas para satisfacer necesidades personales«, cabe entender esta entrevista como una respuesta: es que cuando sacar un proyecto adelante requiere tanto de uno, más vale creer muy hondo en lo que se está haciendo.

Por acá pueden consultar los horarios de la película.


 

¿Cómo comenzó su vínculo con el cine?

Como espectadores comunes y corrientes. Ninguno de los dos fuimos muy cinéfilos nunca pero el interés por el cine comenzó a crecer en los primeros años de la Universidad. Mucha Cinemateca por esos años y los primeros experimentos filmando. Siempre lo encaramos de forma muy lúdica y con un interés especial por los personajes, el humor y poco a poco por la forma. Formamos un grupo muy lindo que se mantiene hasta hoy: Rodrigo Gils, Ramiro González y Lucía Aljas a los que pronto se sumaron Hugo Piccinini, Ismael Varela y otros amigos músicos. Carlos Schulkin y Juan Ignacio Fernández siempre fueron cercanos. Luego conocimos a Pancho Magnou y armamos una productora: Montelona Cine.

¿Qué películas y directores tuvieron particular influencia en ustedes?

Han sido muchas las películas y directores que nos han marcado en diferentes etapas. En una época nos gustaba mucho Todd Solondz, nos copamos mucho cuando conocimos las películas de Ulrich Seidl y nos partió la cabeza Gummo (1997) de Harmony Korine. Siempre nos gustaron mucho los hermanos Joel y Ethan Coen y Paul Thomas Anderson. Algunas películas de David Lynch, Luis Buñuel y hasta John Waters en algún momento. Kubrick, algo de Fellini y obviamente podríamos seguir: Los Simpsons, Martín Rejtman y de acá fue importante cuando vimos 25 watts (2001)  y Whisky (2004). Pero nunca fuimos estudiosos ni nos preocupamos demasiado por las referencias. Estamos convencidos que lo que más se nota en lo que hemos hecho es nuestro propio camino y mirada particular.

¿Sienten algún tipo de parentesco con otras películas o realizadores uruguayos? ¿Cuáles?

Parentesco no. Si bien, como dijimos en la respuesta anterior, en su momento fue importante ver 25 Watts y Whisky creemos tener un estilo difícil de emparentar. Nos gustan esas dos películas y varias otras del cine nacional pero no por una cuestión de parentesco sino porque están buenas y punto. Las dos que nombramos fueron especialmente importantes sobre todo por el momento en que las vimos, una al entrar a facultad y la otra saliendo.

¿Recuerdan cuál fue la primera escena que imaginaron de Clever?

Una que no se filmó. Clever observaba, al salir de dar su clase de Sipalki, a un padre jugando al tenis con su hijo en una cancha descascarada que era parte de los exteriores del club que disparó las primeras ideas de la película. El padre le criticaba su falta de estado al niño y Clever le ofrecía ponerlo en forma en un mes si asistía a su clase de artes marciales. “Te lo adelgazo en 4 semanas” le decía Clever y el padre del niño le respondía: “Te tomo la palabra!”. Al niño, rehén de la situación, sólo le quedaba soportar la humillación. Nos gustaba la escena, formaba parte de la presentación del personaje de Clever y su entorno social, pero la locación que había disparado la situación desapareció poco tiempo antes de filmar. Pusieron una cancha de básquetbol techada con piso flotante. Fue como una señal, parecía un poco forzado filmarla, en cierta forma perdió sentido para nosotros y tampoco era una pieza fundamental para contar la historia.

 

Cancha sobre la que se escribió una de las primeras escenas, que nunca se filmó.

Cancha sobre la que se escribió una de las primeras escenas, que nunca se filmó.

¿Qué reglas definieron para esa suerte de mundo onírico que es Las Palmas?

Lo único que hicimos fue decidir que era un lugar propio de la ficción, que nos pertenecía, una creación propia, nos olvidamos por completo de si era Uruguay o no y sólo tomamos los elementos locales que nos servían para lograr los climas que nos interesaban. Fue una decisión muy liberadora desde el punto de vista creativo que nos permitió, por ejemplo, inventar los helados palito de vino tinto y construir el gimnasio del forzudo sin tener que cuestionarnos ni limitarnos por rigurosidades que nada tenían que ver con el espíritu de la película. Dentro de esa libertad igualmente uno busca cierta coherencia interna en ese universo, para que lo que va sucediendo tenga sentido y se construya un mundo sólido.

¿Ustedes creen que hay cierta tensión entre la capital y el interior del país?

Esa es una vieja historia que sucede en todas partes del mundo. Hay ciertos clichés instalados sobre esa tensión de la que tampoco sabemos demasiado. Utilizamos eso a nuestro favor, sobre todo para reforzar la sensación del forastero que llega con una actitud contaminante -maneja un auto ruidoso y toma mucha cocaína- a un lugar donde reina la calma, el silencio, la quietud. Claramente no es bienvenido, causa rechazo, y esos personajes aparentemente pasivos guardan violencia y luego también realizan actos crueles.

¿Hay alguna persona real o alguien que hayan conocido, que sea la base para crear a su protagonista, Clever? ¿Cuál fue el proceso de creación del personaje junto a Piccinini?

No hubo una persona en particular. Clever como personaje es una mezcla de muchas cosas: hay personajes reales, hay mucha observación de los mundos en los que se mueve y hay personajes de ficción. Para componer el personaje, más allá del entrenamiento que hizo Hugo con pesas por más de 8 meses, trabajamos una actitud bien básica: Clever se siente seguro de sí mismo por la sensación de que puede cagar a trompadas a la mayoría de las personas. Una sensación de poder similar a la de alguien que porta un arma. En su caso, se escuda en la disciplina y en sus convicciones pacíficas para no reaccionar con violencia pero en el fondo eso está ahí esperando una oportunidad para salir. También miramos videos de varios pelados recios en Youtube, personajes del mundo del fútbol haciendo declaraciones a la prensa: El Tanque Santiago Silva, Julio Rivas o Egidio Arévalo Ríos. También nos parecía que Clever en algún sentido era una especie de Homero Simpson en forma, un tipo con buenas intenciones pero que no logra cristalizarlas, que no puede dominar su esencia de roto. Desde ese costado de perdedor limitado pero querible, trabajamos su dolor por el desamor y sus intentos fallidos de ser un buen padre. La inmadurez es el otro rasgo fundamental que define al personaje, es como un niño grande que se obsesiona con un sueño/capricho y va tras él como si fuera lo más importante de su vida en ese momento. Ahí es donde más nos identificamos con él. En el proceso de querer hacer esta película nosotros fuimos en cierto sentido como Clever persiguiendo esos fuegos. Un delirio para la mayoría pero una motivación central en esa etapa de nuestras vidas para nosotros.

 

Hugo Piccinini interpretando a Clever

Hugo Piccinini interpretando a Clever

Los actores no profesionales de la película, en especial Antonio Osta, son todo un descubrimiento. ¿El papel fue escrito expresamente para él? ¿Cómo lo trabajaron?

No, no fue escrito para él y haber dado con Antonio fue una de las grandes sorpresas de todo el proceso de hacer la película. El personaje surgió recorriendo los pueblos del Santoral de Canelones, particularmente en San Antonio que es la locación central del pueblo Las Palmas. Allí encontramos una vivienda que tenía dos dragones pintados en la fachada y la silueta de un forzudo con un cartel que decía Power Gym. Al mirar a través de la ventana vimos que era efectivamente un gimnasio con todo tipo de aparatos de musculación. Nos pegó fuerte ese lugar ahí, fuera de contexto, y empezamos a imaginar lo que luego sería el personaje de Sebastián. Era el dueño de ese lugar, un forzudo que había puesto ese negocio con sólo dos clientes y uno de ellos no le pagaba la cuota. Luego imaginamos que tenía un costado artístico y que él mismo había pintado esos dragones. Por ese entonces Clever ya tenía un Chevette tuneado. La unión de esos dos mundos y la historia comenzaban a asomar. El personaje de Sebastián empezó a crecer y a tener un mundo propio junto a su madre castradora. Se convirtió rápidamente en el personaje con más diálogos, un tipo que necesitaba expresarse y hacer catarsis. Era muy divertido escribir los diálogos e imaginarnos el personaje. Pero intuíamos que nos estábamos metiendo en un terreno difícil y un día llegó el momento de encontrar al actor que pudiera interpretarlo. No tardamos en descubrir que no había nadie con ese físico que fuera actor, hasta averiguamos en Argentina y no había ningún dato alentador. Empezamos a hacer un trabajo de investigación con Carlos Schulkin, el director de casting, que consistía en recorrer gimnasios y dar con una base de contactos de tipos con el físico adecuado para interpretar a Sebastián. Hicimos pruebas con algunos y la cosa estaba difícil. Un día Carlos llega muy motivado porque se había reunido con un forzudo muy interesante en una pizzería. Era Antonio. En principio no daba con la imagen que teníamos, que era alguien de rasgos faciales mucho más delicados. Pero Carlos estaba entusiasmado sólo por haber hablado con él, nos contó que era campeón del mundo de fisiculturismo y que tocaba el piano. También nos dijo que vivía en Cardona lo que complicaba mucho las cosas para ensayar. De cualquier manera decidimos hacerle una prueba y conseguimos un órgano para verlo tocar. En la prueba nos mató y dejamos de buscar, no importaba la distancia con Cardona ni nada, era él, y a partir de ahí empezamos a reacomodar el personaje a su medida. En un principio parecía tener poco en común con Sebastián, había sido dos veces campeón del mundo, tenía una  novia muy linda que lo acompañaba a los ensayos y actitud de triunfador. Pero con el correr de los ensayos y la profundización de nuestro vínculo con él empezamos a ver que se parecía a Sebastián mucho más de lo que creíamos. Su gloria deportiva ya era parte del pasado, ya no vivía en México DF sino en Cardona (donde tiene un gimnasio) y tenía esa dualidad entre cuerpo tosco y sensibilidad. Verlo tocar el piano fue muy revelador, no sólo porque había que aprovecharlo sino porque resumía de una manera muy cinematográfica la esencia de Sebastián: la dicotomía entre brutalidad y delicadeza. Hubo una parte del trabajo que fue muy sencilla. Al ser un tipo inteligente y con talento entendió enseguida la naturaleza de su personaje y se entregó al juego de la actuación con una naturalidad increíble. Pero a la hora de los métodos hubo que ser más precisos. Al no estar entrenado como actor no era sencillo que se aprendiera los textos. Nosotros trabajamos mucho la improvisación en los ensayos pero a la hora de rodar nos gustaba tener todo bien armado. A Antonio tuvimos que darle más libertad y nos regaló momentos y frases muy importantes como “mamá es como un gran bloque de cemento que tengo encima…” y un rezo en latín.

 

Antonio Osta

Antonio Osta en su papel de Sebastián, un forzudo con sensibilidad artística

 

Gimnasio en San Antonio donde surgió la idea del personaje de Sebastián

¿Cómo fue el proceso de imaginar, primero, escribir, después, y finalmente componer a la madre junto a la actriz Marta Grané?

La primera versión del personaje que interpretó Marta Grané, hace muchos años, era una viejecilla pequeña y jorobada con carácter súper dominante y lengua filosa. Se parecía más a la madre del director Skinner de Los Simpsons. No tenía el costado sensual ni artístico que tiene en la película. Había una escena muy linda en la que se quedaba dormida viendo la Tele y Sebastián la cargaba en brazos hasta su cama. Poco a poco fuimos abandonando ese estereotipo. Primero la convertimos en artista y creamos una rivalidad estético-conceptual con su hijo. Luego afloró su actitud caliente y sensual. Marta, por su belleza y por ser ella misma artista plástica era perfecta para el papel. La cosa terminó de cerrar con Gonzalo Delgado que fue quién definió qué tipo de obra pintaba y quien se encargó de hacer los cuadros. También decidió teñirle el pelo de rubio. Esas dos cosas fueron fundamentales para cerrar la caracterización. Marta dice que cuando vio los cuadros de Gonzalo terminó de comprender por completo quien era ella.

Los personajes son vistos con una distancia que nos hace acordar a algunas películas de los Coen. Incluso en el sentido de que parecen un poco caricaturas. ¿De qué modo se identifican con ellos en sus propias vidas?

No estamos seguros de eso que dicen de la distancia. Nosotros nos identificamos con muchas cosas de los personajes. Primero con la obsesión de Clever por concretar el asunto de los fuegos, piensen que estuvimos 10 años atrás de este proyecto desde la primera idea hasta el estreno en Uruguay. El miedo compartido por Clever y Sebastián a caer en la mediocridad y la dificultad de desarrollo en un lugar pequeño. Uruguay es un país/pueblo, todos podemos vernos en ese espejo, nosotros ahora estrenando una película, ustedes intentando hacer circular una revista de cine. En el caso de la madre, si bien es un personaje diferente, no deja de ser una artista que demanda atención hacia su obra y se frustra cuando no consigue una devolución adecuada. Se siente sola, tal vez incomprendida. No es muy difícil identificarse con eso para cualquiera que haya atravesado procesos creativos y compartido su obra. Un niño que se aburre, dos amigos que salen a buscar mujeres y terminan solos, encerrados en un auto, tomando merca. Esas cosas no son fantasías, forman parte de la vida real. Sobre si son caricaturas o no, es cierto que los personajes están como dibujados. Una cosa linda que nos dijeron era que si bien eran caricaturas tenían carne y se volvían totalmente creíbles.

 

Letrero del Gimnasio del barrio La Blanqueda dónde surgió la idea del personaje de Clever.

Letrero del Gimnasio del barrio La Blanqueda dónde surgió la idea del personaje de Clever.

Una de las cosas más interesantes de la película es el diseño de arte. ¿Cuántos detalles ya estaban definidos desde el guión? ¿Cuánta importancia tuvo el trabajo de Gonzalo Delgado?

El espíritu del mundo que se creó en la película estaba en el guión. Pero a la hora de materializar esos escenarios el trabajo del diseño de arte, no sólo de Gonzalo Delgado, sino también de Nicole Davrieux, Alejandro Castiglioni y las intervenciones fundamentales de Alberto Saravia (el artista detrás de cada obra realizada por Sebastián), fue determinante. La película hubiera sido otra con otro equipo de arte. Si bien a Alberto Saravia ya lo teníamos en mente desde antes y habíamos realizado una investigación importante del mundo de Clever y los diferentes espacios en que se movía, la forma de aprovechar e interpretar las ideas fue todo mérito de ellos. Los cuadros de la madre del forzudo, las paredes del cuarto de Sebastián, las intervenciones en el bar, lo que terminó siendo el gimnasio del forzudo, y mucho más, son ideas y obra de ese gran equipo de arte que tuvo la película. Hay varios ambientes, especialmente la casa del forzudo y el gimnasio, que superaron ampliamente lo que nosotros podíamos imaginar en lo previo.

Cuestionan un montón de clichés del macho a los que varios personajes tratan de aferrarse. ¿Qué fue lo que les interesó de ese universo masculino? ¿Sienten algún tipo de atracción por el tuning, el kung fu, el fisicoculturismo o más bien fueron recursos visuales o irónicos?

Atracción hacia el tunning, las artes marciales o el fisiculturismo sólo como observadores ajenos. Nos llama mucho la atención pero son mundos lejanos. El potencial estético que tienen es grande y eso obviamente nos interesa como creadores de imágenes. Sobre el universo masculino y sus clichés, nos parecen divertidos y patéticos al mismo tiempo. El humor de la película camina por esa línea. Conocemos el mundo de los machos, hemos jugado al fútbol, practicado boxeo, fuimos al gimnasio y lo hemos vivido desde adentro. El Uruguay es un país muy del macho, de los huevos, de no demostrar fragilidad, hay mucho misógino que sólo le gusta juntarse entre hombres, homofobia y homosexualidad tapada. Es un gran ambiente para una tragicomedia.

Hay cierto pánico gay en las reacciones de Clever al personaje de Antonio Osta, pero de todos modos la película tiene bastante homoerotismo. ¿Trabajaron de forma consciente este aspecto o lo notaron después, a partir de los comentarios que vinieron con la película finalizada?

Honestamente, no sentimos que haya mucho erotismo en la película, ni homo ni hetero. Lo erótico para nosotros tiene más que ver con una sensualidad sutil, casi por oposición a lo pornográfico. Si bien nos interesa lo erótico, no lo trabajamos en esta película. Lo que trabajamos más en ese sentido es lo grotesco: Sebastián todo sudado sentado en la cama e inclusive su madre comiendo frutillas están más cerca de eso que del erotismo, al menos como lo entendemos nosotros. Sobre el pánico gay de Clever, es otro de los clichés del universo masculino y nos interesó trabajarlo dentro de esos límites. Es decir, nunca nos interesó que Clever y/o Sebastián salieran del closet si es que alguno estaba allí encerrado. Nos gustaba esa zona de ambigüedad, de duda, generar tensión. Es divertido incomodar a Clever, macho alfa, poniéndolo en esa situación con Sebastián. Eso se traslada inmediatamente al espectador, jugamos con eso claramente y con la mirada de la madre. Ayuda a hacer funcionar la comedia y nos gusta el resultado que se logró. A los personajes de Clever y Sebastián nunca los trabajamos como homosexuales reprimidos, no nos interesaba eso. Clever es conscientemente heterosexual, está enamorado de Jacqueline y de ese amor frustrado surge el cuento. A Sebastián lo colocamos en una zona de indefinición, como un niño casi asexuado, pero que en la mente de quien lo observa genera dudas. Dudas que van mucho más allá de su sexualidad ya que Sebastián, en cierto momento, podría parecer un personaje de intenciones oscuras. Eso sí nos interesaba, el misterio, que el personaje parezca una cosa pero que no necesariamente sea eso que se sugiere. Lo otro que nos interesaba, dentro de esa atmósfera, es una de las preguntas que se desprende: hasta dónde está dispuesto a llegar Clever para conseguir esos fuegos? Eso está todo el tiempo en el vínculo con Sebastián y con la madre quien, por ejemplo, lo termina haciendo trabajar de modelo para un retrato del natural. Por momentos Clever parece estar al borde de la prostitución.

Creemos que la película expresa cierto conflicto entre la expresión personal de un artista y el trabajo que se hace para sobrevivir, como la publicidad de la panadería… Ustedes trabajaron en publicidad, ¿cierto? ¿Cómo creen que interactúa la publicidad y el cine en Uruguay?

Nosotros hemos trabajado muy poco en rodajes de publicidad. De cualquier esa tensión entre la expresión personal y la necesidad de supervivencia es muy clara, siempre está, seas director de cine, músico, actor, pintor, etc. La publicidad y el cine interactúan porque mucha de la gente que trabaja en cine también trabaja o trabajó en publicidad. Por un lado puede servir para agarrar oficio pero por otro, si te absorbe demasiado, te puede alejar definitivamente del cine y del arte.

¿Les interesa que su película reconcilie al espectador de cine local con el cine que se filma en Uruguay?

Eso es algo en lo que nunca pensamos mientras hacíamos la película y tampoco tenemos porqué pensarlo ahora. Obviamente nos importa el público pero nuestro compromiso con él y con nosotros mismos siempre pasó por intentar hacer una buena película desde nuestro propio punto de vista. Tampoco creemos que haya una gran fractura entre el público y el cine nacional, no una profunda, sí discursos que se replican y no tienen un sustento demasiado real. Hay películas que gustan más y otras menos. El verdadero problema no es con el público, está en la fase de distribución y exhibición. Para arrancar nunca tenés suficiente dinero para promoción y después en las salas, encima, te matan con los horarios. Lo estamos viviendo ahora, hemos hecho una muy buena promoción para los recursos que tenemos, la película viene con premios, buenas críticas y el boca a boca que se siente entre la gente que la ve es muy bueno. Sin embargo, ya de arranque, sólo en una de las tres salas en las que estrenamos empezamos con tres horarios. En las otras dos nos dieron sólo uno después de las diez de la noche. No sólo no confían en que te pueda ir bien sino que ni siquiera te dan la oportunidad para comprobarlo. Así se hace muy difícil llegar a ese público con el que, supuestamente, hay que reconciliarse. Es fundamental que logremos construir un espacio nuevo, al menos una sala de cine bien equipada en la que se programe con otra cabeza. Es fundamental no tanto por quienes hacemos películas, que somos unos pocos, sino por la gente que quiere ver otro tipo de cine en un lugar diferente, más amigable, algo parecido a Cinemateca pero dónde las películas se vean y se escuchen como se debe.

Entrevista realizada por Juan Andrés Belo y Flavio Lira

El equipo de Montelona Cine en el rodaje de Clever.

El equipo de Montelona Cine en el rodaje de Clever.

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