El Arrullo de la Araña (2015)

La Película del Festival #5

Para quien no ha visto la filmografía de José Campusano (cuya opera-prima, Vil Romance, data del 2008 y para la cual esta, El Arrullo de la Araña (2015), representa su octava película) puede resultar desconcertante empezar por acá. Para quien lo viene siguiendo, quizá también. Porque la película propone algunos giros estilísticos en relación a parte de lo anterior, y el resultado no es, a primera vista, ni tan rústico, ni tan elaborado. Eso sí: una vez sumergido en el código, hecha la suspensión de la credibilidad (al menos de la credibilidad cinematográfica hegemónica) empiezan a pasar cosas.

La puesta en escena del argumento, donde un grupo de empleados en negro ven pasar las horas mientras discuten y analizan la situación que los mantiene laburando para un patrón explotador y sádico, que los domina de formas retorcidas, en un ámbito marcado por la xenofobia, las condiciones laborales precarias y el maltrato psicológico, está armada y afirmada sobre el diálogo y una apuesta más bien teatral. La declamación de los personajes, que tienen conversaciones expositivas, en parlamentos muy pensados, recitados y largos, con una dicción que se esfuerza por ser bien clara, siguiendo una tradición que nunca existió (al menos en el cine, porque en la sobremesa de domingo sí que existe), se sostiene en la gestualidad del rostro de los actores, que se demora en cada gesto, dando tiempo a la palabra, acompasándola. De allí surgen interesantes momentos que tocan la comedia y el drama al mismo tiempo, como en la retórica de Simón, el patrón, que es tan nauseabundo como cómico. Es cierto que muchas veces resulta demasiado exagerado, en un tono demasiado «alto», forzado (o esforzado) para poder sostener el registro durante los largos parlamentos. En el caso de Simón la apuesta flaquea, quizá por establecer desde el vamos el tono histriónico-histérico demasiado arriba, pero en otros personajes, como en el Jorge interpretado por Mauro Altschuler, la premisa funciona de forma maravillosa, apropiándose de lo teatral del diálogo y explotando lo gestual del cine, mediante un rostro aletargado, que acompaña al diálogo declamatorio, pero que a su vez lo enfatiza o ridiculiza. Sí, la película se parece por momentos a un capítulo de Tiempo Final, en el que un evento sobrenatural (el detenimiento del tiempo en este caso), mantiene a los personajes encerrados en su espacio de trabajo. La gracia es que el tiempo en realidad no se detuvo, y lo que parece representación es una lógica tan real como macabra.

En esa forma curiosa de construir los diálogos, donde cada personaje termina de hablar antes que el siguiente responda, donde no hay superposiciones ni nadie habla arriba de nadie: todo es dicho para ser escuchado. Será más o menos «cine» acorde ciertos criterios, pero la sensación es que se trata de una forma específica y depurada de representar lo humano, incluyendo el discurso, el imaginario que reflejan y la manera sutil en que se manifiestan las tensiones que laten debajo de él.

Es decir, aunque parezca estar (y quizá lo esté) tan aferrada a un guión y a sus diálogos, aunque quizá sea, sí, teatro filmado, la película tiene algo fresco, una capacidad para establecer las reglas de su juego y jugarlo hasta el final, dando voz y dejando hablar a los que muchas veces no tienen espacio para decir ni «mu», menos adentro de una película.

El arrullo de la araña (Argentina, 2015) de José Celestino Campusano, con Carlos Benincasa, Kiran Sharbis, Mauro Altschuler, Rubén Serna, Víctor Martín. 80′.

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El patrón

Los empleados

Los empleados

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