7 CAJAS (2012)

Hoy en la Sala Zitarrosa

A quienes les guste el cine de los 90 y 2000 puede encontrar en 7 cajas una película de su agrado. Con amplias referencias noventeras, encontrarán violencia, innovación técnica, dinamismo, combinación de registros, todo eso y más en la historia de un chico paraguayo que debe hacer llegar 7 misteriosas cajas a destino en el Mercado 4 de Asunción. Podrán verla hoy 22 de agosto en la Sala Zitarrosa a las 21 hs.

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Dejando de lado el lenguaje de televenta, la película de Juan Carlos Maneglia Tana Schémbori es interesante porque sumerge al espectador en el mundo del Mercado 4 de una forma realista y onírica al mismo tiempo. Para contextualizar, Mercado 4 es una feria gigante que ocupa 8 manzanas de la ciudad de Asunción. Allí trabajan los “carretilleros”, personas que se ganan la vida llevándole la mercancía a la gente que compra en los puestos del mercado. Ganándose la plata según quien llega primero al cliente, éste termina siendo un empleo altamente competitivo. Ese es el trabajo de nuestro protagonista Víctor, de unos 18 años. Obsesionado con la televisión y su propia imagen, Víctor quiere conseguir un celular con cámara. Para logarlo, consigue un trabajo inesperado que consiste en llevar estas dichosas cajas y ganar 100 dólares.

El aspecto realista es dado por una fotografía desprolija y sucia, con una cámara que se mueve constantemente. La foto va en sintonía con el ambiente general del mercado, imagínense el movimiento, la suciedad y el calor que debe haber en una feria que ocupa 8 manzanas. Espacios laberínticos, conflictos, depósitos abandonados, demasiada gente y ruido. Poblado por personajes de todos los colores, el mundo de Víctor es un lugar complejo y cruel. Ese es el costado realista de 7 cajas, el que nos coloca siempre en la visión (con puntos de vista muy Breaking Bad) de Víctor y la adrenalina que corre por sus venas.

Por otro lado, ese espacio verosímil se convierte rápidamente en un lugar pesadillesco. Ver esta película es como tener un sueño vivido, donde pasan demasiadas cosas en muy poco tiempo. Esa sensación se genera por los cambios de registro que tiene la película en su recorrido. Hay momentos de thriller, suspenso, comedia y hasta persecuciones musicalizadas al estilo Lola Rennt (1998). Pasar de una cosa a otra es como estar en un sueño. Es una película sumamente creíble pero a la vez reina la sensación de estar viviendo algo surreal. Lo onírico también se da a través de la paleta de colores y la iluminación nocturna del mercado. La combinación del realismo con lo surreal le da a 7 cajas un tinte único.

Sobre los personajes no sabemos mucho, de dónde vienen ni qué aspiran, pero la película va dándonos pistas para comprenderlos. Eso hace que la experiencia de verla sea muy bella, porque es como conocer a alguien por primera vez, casi nunca sabes el bagaje de esa persona pero vas viendo pequeños detalles. Es conocer a Liz y a Víctor, y ver en sus acciones atisbos de su personalidad y deseos. Así vas empatizando cada vez más con los personajes, porque el acercamiento a ellos se da de una forma natural y no forzada como sucede cuando te muestran todo lo que piensa y le pasa al protagonista. La elaboración psicológica es muy sutil y precisa.

Hay una mirada bastante naif detrás de la cual se oculta la crueldad del contexto de 7 cajas. Todos los eventos son narrados desde la mirada juvenil de Víctor, quien no es del todo consciente del marco en el que se mueve y los peligros que acechan. La reflexión acerca de la situación económica y social que vive la gente del Mercado, los crímenes, los estereotipos, la violencia y la producción de imágenes está implícita. Eso es refrescante, porque lo que prevalece es contar una historia y no hacer un juicio. Los personajes son el motor para una reflexión posterior, y eso queda en manos del espectador.

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